Esta maquinaria bélica surgió con la Primera Guerra Mundial y la Revolución Mexicana
Hoy es impensable, pero durante milenios la caballería fue un arma de sumo valor en los ejércitos y para la expansión de los imperios. De hecho, hasta los primeros años del siglo XX, pertenecer a ella significaba ser parte de un grupo de élite, capaz de decidir el rumbo de las batallas. Por ello, su desaparición fue brutal.
A inicios de la centuria pasada, la experiencia de la guerra contra armas de repetición implicó una verdadera masacre que se llevó a la caballería entre las patas. “Bajo el fuego más feroz, en particular procedente de las ametralladoras pesadas y ligeras, el ataque de caballería se derrumbó en pocos minutos. La imagen de esta caballería –que hacía unos instantes se enfrentaba orgullosa al enemigo para inmediatamente después convertirse en una masa caótica de caballos que se arrastraban por los suelos, que cojeaban sin jinetes galopando por nuestras trincheras– no se me olvidará jamás”, escribió un militar durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Adiós a la caballería
Precisamente en el transcurso de esa conflagración, la cantidad abominable de municiones de todo calibre llovía por todo el frente, por lo cual británicos y franceses optaron por alternativas y transformaron la caballería en artefactos motorizados y blindados para realizar la función de choque que las divisiones montadas ya eran incapaces de realizar. De esta manera surgieron muchos prototipos o antecedentes de tanques modernos. Automotores modificados que incluso en México fueron adoptados por el Ejército Constitucionalista durante la Revolución.
Por supuesto, también existieron muchos detractores de las nuevas armas. Los motivos fueron varios y abarcaron desde el simple rechazo al cambio por parte de los generales románticos de las antiguas batallas hasta algunos soldados que cuidaban a sus compañeros equinos mejor que a su familia. De cualquier forma, las primeras experiencias no fueron del todo bondadosas para los motorizados. En ocasiones el blindaje resultaba demasiado pesado para los motores diseñados para coches y en otros casos ineficiente ante la potencia de fuego enemiga. Se llegó a la conclusión de que adaptar no era la solución, sino crear un arma especializada que considerara todos estos puntos, incluyendo el terreno de batalla, pues con frecuencia las ruedas convencionales se atascaban en los campos atrincherados.
Los primeros tanques
Los defensores de la transformación motorizada vieron cumplida su tarea con la creación del Mark I, de diseño inglés y el primero en ser llamado tanque. A este le seguirían diferentes variantes y la incorporación de los diseños franceses. En agosto de 1916, durante la Gran Guerra, se utilizó por primera vez esta maquinaria bélica en batalla, aunque con un servicio bastante limitado en acción y cantidad. Básicamente, como indicó el general alemán Heinz Guderian, “primero tuvo que satisfacer la curiosidad y el voyeurismo de unos y otros”.
Sus primeras actuaciones no impactaron mucho, pero los altos mandos comprendieron que la nueva arma tenía potencial suficiente como para seguir siendo desarrollada, así que solicitaron más unidades a los respectivos constructores. Finalmente, la teoría y la práctica comenzaban a compaginar. Los también llamados carros de combate acompañaban a la infantería de asalto en un número considerable, abrían el camino a través de los obstáculos de alambre y cubrían sus operaciones. Llevaban un cañón y metralletas, y su avance era el más potente recurso de combate.
En plena guerra mundial, los más reacios al arma del lado los Aliados comenzaron a admitir que con ella los obstáculos caían fácilmente y que el fuego alemán tenía que ser preciso y de alto calibre para detenerlos. Una vez llegados a la trinchera enemiga, “estas se apresuran a coger las ametralladoras, intentan defenderse. En vano. No aparecen tanques aislados, no, filas enteras de varios kilómetros de longitud. La munición resulta inefectiva, el fuego de barrera de artillería arde en las trincheras de primera línea y no puede ser retirado, con las pocas granadas de mano disponibles las máquinas que vomitan fuego solo son dañadas ocasionalmente. ¡Se encuentran indefensos!”.
Durante el conflicto en Europa, el arma comenzó a utilizarse masivamente hasta finales de 1917 en grandes ofensivas. No llegó a dominar la guerra, pero de a poco se convertiría en una pesadilla para los alemanes, quienes ya no contaban con recursos para competir en este aspecto.
La Gran Guerra terminaría en noviembre de 1918, pero los planes pensados para esta arma y su verdadera efectividad quedarían demostrados unos años más tarde, cuando la Alemania nazi prácticamente barrió las defensas francesas con sus diversos tanques panzer, superando las lecciones de sus propios inventores.
La experiencia mexicana
En México, la lucha revolucionaria fue de extensas dimensiones; sin embargo, durante buena parte de la contienda no se compró maquinaria industrial para la elaboración de armas, cartuchos ni explosivos, debido a las dificultades económicas de los bandos en pugna.
En aquellos años, el grupo en turno que dominara Ciudad de México –donde se concentraban las instalaciones industriales militares– ya tenía suficientes problemas para hacer funcionar y producir las máquinas existentes, como para pretender comprar otras nuevas. Los que sí se adquirieron fueron carros blindados provenientes del exterior, los cuales fueron utilizados a cuentagotas en las últimas etapas de la Revolución.
Asimismo, en septiembre de 1916 fue creado el Departamento de Establecimientos Fabriles e Industriales Militares, aunque con objetivos bastante distantes de lo que sucedía en Europa y Estados Unidos. Habría sido necesaria una inversión mucho mayor para instalar fábricas completas y actualizar la tecnología de un país que carecía de industria pesada.
Actualmente, la encargada de diseñar, fabricar y dar mantenimiento a vehículos blindados es la Ensambladora Militar. Su origen se remonta a 1967, cuando la Secretaría de la Defensa Nacional y la empresa Dina iniciaron el diseño de un vehículo blindado con las características requeridas por el ejército de la época. El proyecto fue concluido en 1968, año en que se integraron los planos completos para la fabricación del denominado DN-1, de manufactura completamente mexicana.
El artículo breve "Cuando llegaron los tanques" del autor Gerardo Díaz se publicó en Relatos e Historias en México número 126. Cómprala aquí.