En 1837 el redactor del periódico El Mosquito Mexicano escribió en una nota al pie que el “zarape” era una pieza del traje de la gente de campo, parecida a la manta española “y con una abertura para pasar por ella la cabeza”. Años más tarde (1844), el redactor de otra publicación, El Museo Mexicano, ofreció otros datos formales: “El jorongo o zarape es igual en la forma a la manga”, en tanto incluye una abertura por el centro, capaz de introducir por ella la cabeza; sin embargo, el jorongo o zarape es cuadrado en las puntas. La principal diferencia era que la manga es de un solo color, y el jorongo o zarape tiene “diferentes y variados dibujos y tejidos. Las mangas más apreciadas son las de Acámbaro; los jorongos, los del Saltillo”.
La abertura en el centro es la bocamanga, palabra aplicada originalmente a “la abertura de la manga por donde saca la cabeza el que lleva aquella embrocada” (Vicente Salvá, Nuevo diccionario, 1846). La manga es funcionalmente igual a un sarape o jorongo, pero no en su forma, y esa es la diferencia. El editor de El Museo Mexicano, además de establecer una distinción entre manga y sarape o jorongo, asienta una igualdad: la del sarape con el jorongo.
Las palabras contenidas en la obra Idiotismos hispano-mexicanos (1895) tuvieron sus primeras resonancias en El Siglo Diez y Nueve entre 1843 y 1844. Una de esas palabras fue sarape (publicada el 10 de diciembre de 1843), pero apareció no como vocablo con significado, sino como significado de un vocablo, mediante la voz jorongo y enseguida su definición: “El zarape”.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, el término jorongo comenzó a diferenciarse de sarape, al punto de existir en la actualidad un refrán que dice: “Cualquier sarape es jorongo abriéndole bocamanga”, lo que parece un sinsentido porque el sarape surgió como un abrigo que tenía bocamanga, pues su función inicial fue proteger al cuerpo de los climas extremosos como la lluvia, el viento o el frío.
¿Qué sucedió entonces? Lo más probable es que la gran aceptación del sarape o jorongo de Saltillo fino por personas de mayor poder adquisitivo que lo utilizaron como un textil para adornar muebles y paredes, hizo mudar de a poco su función utilitaria por una función decorativa. Al adoptar una función estética, la bocamanga del sarape comenzó a ser innecesaria, cerrándose y tejiéndose con imágenes como el escudo nacional, el retrato de alguna persona distinguida o hermosos diseños geométricos y/o florales. En tiempos recientes, los turistas compran el sarape “como recuerdo” y algunas personas lo usan para adornar los asientos de sus vehículos. Ello no implicó que a partir de su función decorativa dejara de aparecer la bocamanga, pero tampoco que durante su función utilitaria siempre tuviera la bocamanga.
En tanto, el jorongo o sarape de menor calidad, hecho en obrajes con telares de pie, continuó con su función primaria de arropar, asumiendo el nombre de jorongo por encima de sarape, con su principal mercado entre los agricultores y gente de condición humilde. Con estos últimos nació el mencionado refrán, pero no con la palabra sarape (eso sería después), sino con la palabra hilacha.
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