Poco después de recibir el escudo de armas, Cortés emprendió la conocida expedición a las Hibueras (Guatemala y Honduras), la cual tuvo lugar entre octubre de 1524 y junio de 1526. A este viaje se llevó a un buen número de tlatoque (plural de tlatoani) del centro de México, junto con su séquito de principales; entre ellos iban Cuauhtémoc de Tenochtitlan, Tetlepanquetzatzin de Tacuba y Oquiztzin, señor de Azcapotzalco (de la parte de Mexicapan).
Como es sabido, Cuauhtémoc fue denunciado ante Cortés por algunos de los suyos durante el camino; lo acusaban de llevar a cabo un complot contra los españoles, motivo por el que el conquistador decidió matarlo junto con Tetlepanquetzatzin, además de otros. Esta denuncia deja entrever las rivalidades que había en el seno de la sociedad indígena y cómo algunos señores sin derechos dinásticos llegaron al trono de Tenochtitlan por medio de artimañas como ésas.
Con la marcha de sus gobernantes, algunos señoríos quedaron a merced de personajes que nos son totalmente desconocidos: un tal tlacochcálcatl (alto cargo militar) llamado Nanahuatzin en Tenochtitlan o un tal Nauhecatl en Azcapotzalco-Mexicapan. No obstante, gracias a las investigaciones que fray Juan de Zumárraga encabezó en los años treinta y cuarenta del siglo XVI, al ver que los frailes no lograban acabar con la idolatría, podemos adentrarnos en este oscuro periodo de la historia.
Una de esas investigaciones fue la que tuvo lugar entre junio de 1539 y mayo de 1540 contra Miguel Tlaylotlac, acusado de esconder en su casa varios envoltorios sagrados (tlaquimilolli), incluido el de Huitzilopochtli. Para ello, se presentó una pintura relacionada con los objetos de la investigación, conocida como Pintura de los ídolos del templo de Huitzilopochtli. En ella se aprecian las cabezas de los personajes comentados y otros más; uno de ellos es Tlatolatl, en la esquina inferior izquierda del documento.
Según algunos de los testigos interrogados, Tlatolatl era el sacerdote encargado del envoltorio de Huitzilopochtli, el cual sacó de Tenochtitlan antes de que los españoles tomaran el Templo Mayor y lo quemaran. Lo llevó a Azcapotzalco, un antiguo señorío que en 1428 quedó dividido en dos parcialidades: Tepanecapan, al frente del cual había un linaje tepaneca-chichimeca, y Mexicapan, donde gobernaba un linaje de la casa real de Tenochtitlan. Lógicamente, Tlatolatl llevó el envoltorio a la parte de Mexicapan para que su señor Oquiztzin (Hoquici, dice la glosa) lo resguardara.
A ese lugar, además, se llevaron los envoltorios de Tula, de ahí que su tlatoani también aparezca en la pintura glosado como Tolla tlatovani ixcuecueci (Ixcuecuechtzin). Ahora bien, cuando Oquiztzin y Tlilantzin fueron llevados a las Hibueras, le devolvieron a Tlatolatl el tlaquimilolli de Huitzilopochtli y le dejaron en custodia los demás, de ahí que todos estén conectados por medio de una línea negra con este personaje. Lo que nadie presagiaba es que todos morirían en el viaje a las Hibueras, por lo que cuando se recibió la noticia, Nauhecatl decidió seguir ocultando los envoltorios en Azcapotzalco, en espera de lo que decidiese el señor de Tula, Ixcuecuechtzin, y el de Tenochtitlan, Nanahuatzin. Ambos determinaron ir por los envoltorios a Azcapotzalco, para lo cual enviaron a dos emisarios: Coyotzin (Coyoci, en la glosa) y Canahuacatl, representados por unas pequeñas cabezas unidos a ellos.
Cuando ambos mensajeros llegaron a Azcapotzalco, Nauhecatl les informó que Tlatolatl había fallecido, motivo por el que sus hijos eran los que tenían que dar el permiso para que los dioses fueran llevados a Tenochtitlan, a casa de Miguel Tlaylotlac (pochtecatlaylotac, en la glosa). Tras conceder el traslado, cinco tamemes sacaron los envoltorios por la noche, aprovechando que por entonces había muy pocos españoles en Tenochtitlan. Una vez allí, los cubrieron con petates para mantenerlos ocultos, aunque algunos nobles iban a darles culto, ofreciéndoles copal, tortillas y codornices.
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