“La [historiografía] anterior era modesta. Pensaba que el pasado es un campo muy grande, muy difícil, en el que apenas podemos encontrar algunas verdades, y era una actitud básica de esa historiografía. La actual, lo voy a decir en español, me parece ‘petulante’. Sabe y dicta todo. Es muy abundante. Le regala al pasado sus modelos, sus ideas, su lenguaje gremial, y yo considero esto equivocado. Me gusta más la posición anterior”. Silvio Zavala
Silvio Arturo Zavala Vallado nació en Mérida, Yucatán, el 7 de febrero de 1909 y falleció en Ciudad de México el miércoles 5 de diciembre de 2014, a los 105 años de edad. Fue uno de los historiadores mexicanos más importantes y de obra más impresionante del siglo XX. Desde 1946 ocupó el sillón número 2 de la Academia Mexicana de la Historia. Es imposible dar una breve idea de su inmensa obra y sus aportes como historiador, editor de documentos, maestro, director de instituciones académicas y diplomático. Por ello me concentraré en sus contribuciones esenciales como historiador, que se derivan de un amplísimo trabajo de archivo y biblioteca.
Silvio Zavala destacó algunas ideas vitales para comprender el descubrimiento, la conquista y la colonización de América. Su primer libro, pequeño, presentado en 1933 como tesis de doctorado en Derecho, en la Universidad Central de Madrid, fue un estudio histórico y jurídico sobre Los intereses particulares en la conquista de la Nueva España. Francisco A. de Icaza ya había apuntado esta idea en 1925, en la introducción a su edición del Diccionario de conquistadores y pobladores de Nueva España (descubierto y transcrito por Francisco del Paso y Troncoso y su equipo), pero Zavala la afirmó y desarrolló: los intereses privados de los españoles, sus vidas individuales y voliciones, su capacidad empresarial (“similar a la de las sociedades modernas”), su habilidad militar, los condujo a participar en el descubrimiento y conquista de América, no como soldados, pues no recibían un sueldo, sino esperando obtener un botín de guerra como ganancia.
De esta manera, estableció un cambio de paradigma (en el sentido fuerte, kuhniano, de la palabra) respecto a la noción prevaleciente de que la colonización de América avanzó con sucesivas decisiones, reales cédulas, de la Corona omnipotente. Desde este su primer estudio, Zavala mostró que la conquista se hizo no solo por la voluntad de los reyes, encarnaciones mágicas y divinas de la nación, sino también por el actuar libre de personas, en un marco jurídico, económico, político y religioso de interacción.
La perspectiva de la historia del derecho quedó igualmente invertida. Las órdenes del rey o del virrey se vieron ya no como emanaciones del poder, sino como las respuestas de las autoridades a procesos que resultan de la interacción de acciones movidas por intereses particulares. Las leyes no determinan los hechos, sino que interactúan con ellos. Las acciones se entremezclan y producen una Historia y muchas historias impredecibles que deben estudiarse en la especificidad de cada momento, lugar y situación. Esta es la tarea de los historiadores, bien provistos por estas fuentes tan ricas y abundantes que son los documentos judiciales, de los que aprendimos a recoger verdades, pedazos de verdades, en múltiples declaraciones medio ciertas y medio falsas, todas parciales.
La interacción de los intereses particulares estaba regulada en España y sus dominios por una legislación elaborada y probada a lo largo de siglos. La ley española tenía antecedentes en la romana, una ley civil que regulaba la vida de personas libres, y se desarrolló en España durante la Reconquista, que fortaleció el poder de los pueblos. Esta perspectiva le dio vitalidad a la historia del derecho indiano, que dejó de ser un registro de leyes que eran obedecidas o no, y condujo al estudio de la compleja interacción de la gente.
Es por esto que en 1935 Silvio estudió Las instituciones jurídicas en la conquista de América y su continuación, La encomienda indiana (ambas con ediciones muy ampliadas en 1971 y 1973). En La encomienda indiana y en La esclavitud indígena en la Nueva España, de 1968, estudió las dos formas básicas de explotación de los indios en el siglo XVI. Completaron estos estudios los de Agustín Millares Carlo y José Ignacio Mantecón, de 1945 y 1946, y de José Miranda, de 1947, que documentaron en el Archivo de Notarías de Ciudad de México la formación de compañías y operaciones mercantiles desde 1525, en las que encomenderos y esclavistas actuaban como empresarios capitalistas (con formas ciertamente precapitalistas de explotación).
La encomienda y la esclavitud dieron lugar a otras formas de explotación, en las que se mezcló la libertad con la compulsión y varias formas de remuneración. Zavala estudió el trabajo de los indios en los tres siglos y todas las regiones de la Nueva España en dos series monumentales, cada una de ocho volúmenes: Fuentes para la historia del trabajo en Nueva España, en colaboración con su esposa María Castelo, de 1939-1946, y El servicio personal de los indios de la Nueva España, de 1984-1994, y otros libros, artículos y ediciones de documentos que abrieron el camino a la historia económica de la América colonial. La historia del trabajo es un buen comienzo porque enfoca la interacción entre indios y españoles, constitutiva de la situación colonial derivada de la Conquista. Cada volumen, verdadero concentrado de documentos, con un orden sistemático y amplios índices analíticos es como una computadora de papel, una obra abierta (de la que habló Umberto Eco), en la que los estudiosos pueden navegar y hacer sus hallazgos, descubrimientos, conexiones y reflexiones.
En este énfasis histórico (y filosófico) en las acciones de los individuos, emerge una nueva dimensión, la de la consciencia individual. Zavala estudió los debates teológicos sobre la conquista de América y el derecho de los españoles a capturar a los indios como esclavos, y a los demás forzarlos a pagar un tributo en productos y trabajo.
También estudió la Fase Antillana (1492-1519), en la que la codicia de los españoles, junto con las epidemias que trajeron, provocaron una mortandad que casi acabó con la población de las islas. Así, lo que Zavala llamó “la experiencia antillana” fue determinante para la voluntad de conquistadores como Hernán Cortés de promover en la Nueva España una explotación relativamente moderada de los indios, para evitar su destrucción total, y organizar formas de convivencia que se volvieron la base del mestizaje mexicano. Lo reconoció el mismo Bartolomé de las Casas: “México y su comarca está un poco menos malo”.
El cuestionamiento del derecho español de esclavizar a los indios encontró una base sólida en la doctrina cristiana de la libertad, necesaria para que cada persona pueda escoger entre el bien y el mal. Zavala expuso esta idea en 1947 en La filosofía política en la conquista de América (edición corregida y aumentada en 1977), que mostró que los individuos tienen intereses, sí, pero también consciencia ética. Y los indios, al ser aceptados como seres humanos, también lo fueron como seres libres, que no podían ser esclavizados ni forzados a trabajar. Esta consciencia contribuyó a la abolición en 1549 del servicio personal como parte del tributo que los indios pagaban a su encomendero o corregidor, y a la abolición en 1551 de la esclavitud de los indios. Como seres humanos, conquistados pero libres, los indios y sus pueblos fueron incorporados en el sistema de justicia español.
En esta perspectiva del “liberalismo” cristiano y español, Zavala hizo muchos estudios eruditos sobre los autores españoles que condenaron o criticaron la conquista de América, como fray Bartolomé de las Casas, fray Alonso de la Veracruz y Vasco de Quiroga. Sobre este último, escribió en 1937 un estudio fundacional sobre la influencia de la Utopía (1516) de Tomás Moro sobre Quiroga cuando fundó en 1532 y 1533 los pueblos-hospitales de Santa Fe cerca de Ciudad de México y del lago de Pátzcuaro. El estudio fue atacado en ese mismo año por los también jóvenes historiadores Justino Fernández y Edmundo O’Gorman, que criticaron la asociación implícita de la Utopía de Moro con el comunismo ateo y estalinista, y el olvido de antecedentes como las comunidades cristianas primitivas y las monásticas medievales. Zavala no contestó a la crítica; continuó su búsqueda y encontró en la Biblioteca de la Universidad de Texas en Austin un ejemplar de la Utopía de Moro, en la edición de 1518, con anotaciones manuscritas hechas por el propio obispo de México, fray Juan de Zumárraga, quien le prestó esta copia a Quiroga, que quedó así integrado a la historia aún viva del humanismo utópico mexicano.
Como es de verse, solo podemos sentir respeto y agradecimiento al considerar la invaluable herencia de conocimiento e inteligencia que nos legó don Silvio Zavala.
El artículo "Silvio Zavala" del autor Rodrigo Martínez Baracs se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 121. Cómprala aquí.