El otrora desconocido Álvaro Obregón se hizo acreedor al cargo de general comandante del Cuerpo de Ejército del Noroeste en septiembre de 1913, después de una ejemplar campaña en su natal Sonora, donde desalojó a las fuerzas federales de Victoriano Huerta. Consumado el control de su región, amplió su teatro de operaciones por todo el litoral del Pacífico hasta Tepic en mayo de 1914. En ese momento volcó toda su fuerza armada para tomar Guadalajara, aislándola primero del puerto de Manzanillo y organizando una intrépida marcha hacia ella.
Días atrás, el distanciamiento entre Venustiano Carranza y Francisco Villa quedó manifestado a través de una serie de telegramas (véase Relatos e Historias en México, núm. 149), por lo que, política y militarmente, el Primer Jefe requería del avance de Obregón por Jalisco hacia la Ciudad de México, para acreditarse la derrota del huertismo.
Con ese propósito, Obregón instaló su cuartel general en Ahualulco, donde, intentando sorprenderlo, el ejército federal al mando del general Miguel Bernard dispuso de una fuerza de aproximadamente 8,000 hombres que salió de Guadalajara el día 28 de junio.
Con todo, Obregón fue más astuto en su estrategia y ordenó al general Julián C. Medina que presionara a los federales, mientras que la división de Manuel M. Diéguez rodearía al enemigo y lo atacaría en su retaguardia, aislándolo a la vez de Guadalajara. Desde el pueblo de Nextipac, ambos fueron un dolor de cabeza tanto para Bernard como para su superior, el general José María Mier, quien desde Guadalajara dudó en salir con el resto de la tropa para reunirse con su subordinado. Juntos eran superiores en número, pero separados fueron aventajados por los revolucionarios.
Así, Bernard fue acorralado en los llanos de Orendáin. Desconcertado, observó cómo los revolucionarios se escalonaban atacándolo constantemente. El 6 de julio intentó retroceder sin éxito hacia la ciudad, pero Diéguez lo impidió al atrincherarse en La Venta, justo en el trayecto que Bernard necesitaba tomar.
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