Arthur Cravan, el poeta boxeador

Extranjeros perdidos en México

Ricardo Lugo Viñas

Cravan fue un joven rebelde, libertario, poeta, pugilista y considerado precursor del dadaísmo, generalmente inmerso en severas carencias económicas y abrumado por la vida.

 

Enero de 1917. El vapor Montserrat surca las aguas del Atlántico. Ha zarpado del puerto de Barcelona con destino a Nueva York. En cubierta, un pasajero de lentes, bigote y aspecto anciano, con apenas 37 años a cuestas, se esfuerza por dominar el efecto de la marea para lograr escribir, en su pequeño diario, la bitácora del viaje. Anota sus reflexiones, sus preocupaciones; lo que observa. Va huyendo, como muchos otros. Su periplo comenzó en su tierra natal, Rusia. Luego pasó por Viena, París, España. Ahora continúa hacia Estados Unidos.

Entre los demás pasajeros, un joven llama poderosamente su atención. Su aspecto es extravagante; a ratos parece un dandi y a ratos un polizonte o un vagabundo. Es alto, corpulento, flaco y correoso. De una belleza singular. De alguna manera, ambos pasajeros se presentan. Y aunque no simpatizan del todo, conversan unos minutos. El ruso anotaría sobre el corpulento dandi: “un boxeador, literato de ocasión, sobrino de Oscar Wilde”. Ese ruso era León Trotski; y el célebre sobrino, el poeta dadaísta y boxeador inglés Arthur Cravan. El rebelde poeta arribará a México al final de ese mismo año, mientras que el futuro presidente del soviet lo hará hasta 1940. Sin saberlo, ambos encontrarán en nuestro país su último destino.

El knockout de la década

La compañía catalana Hermanos Baños ha difundido el cartel que anuncia la pelea de box más esperada del momento. La cita para la justa es el miércoles 23 de abril de 1916 en la Plaza Monumental de Barcelona. Se enfrentarán, por un lado, el gigante negro y campeón mundial de peso pesado Jack Johnson –a quien Pancho Villa había intentado traer a México en 1915 para organizar una pelea contra Jess Willar–, de casi dos metros de alto y 110 kilos y, por el otro, el poeta boxeador Arthur Cravan, de 105 kilos y no menos alto, que no hacía mucho había sido campeón en París. La bolsa para el ganador ascendía a 50 mil pesetas. Cravan necesitaba ese dinero para viajar a Nueva York.

El Gigante de Galvenston, como llaman al norteamericano Johnson, se encuentra en España en el exilio; ha sido víctima del racismo en su país y pesa sobre él una denuncia por “trata de blancas” solo por tener una esposa blanca. Por su parte, Cravan está huyendo de la posibilidad de ser reclutado para la guerra. Lleva varios meses en Barcelona y ha trabajado como entrenador de boxeo en el Real Club Marítimo. La tan ansiada pelea resulta una desilusión para los espectadores: dura apenas unos minutos. Cravan es rápidamente abatido por el gigante de Texas y se va a la lona al segundo round mediante un rotundo y extraordinario knockout. Aunque perdedor, Cravan logra obtener algo de dinero y comienza a organizar su viaje a América.

Una conferencia striptease

Primavera de 1917. Nueva York. El pintor francés Francis Picabia, precursor del movimiento dadaísta, organiza una exposición de arte en la Grand Central Gallery. Como cereza de dicho acto anuncia la conferencia que dictará un amigo suyo e importante crítico de arte que, además, es sobrino de Oscar Wilde: Arthur Cravan. El inglés se presenta en la galería un tanto achispado por el vino. Trae consigo una maleta. Ante el expectante público la abre y va sacando de ella ropa sucia. Cuando ya no hay más ropa por sacar, comienza a quitarse la que trae puesta, hasta quedar totalmente desnudo. El evento termina cuando la policía se lo lleva arrestado. El celebrado y reconocido artista dadaísta Marcel Duchamp presenció aquel performance y atinó a decir: “Quelle belle conference!”.

Arthur Cravan fue el seudónimo más conocido, de entre los muchos que empleó, de quien fuera bautizado como Fabian Avenarius Lloyd. Nacido en Lausanne, Suiza en 1887, perteneció a una familia inglesa cuya tía, Constance, hermana de su padre Otho, contrajo nupcias con Oscar Wilde. Desde joven, Fabian sintió una fascinación por el arte, especialmente por la literatura y la pintura. Pero también por el arte pugilístico. A los veinticinco años fundó la revista Maintenant, una publicación a la que se le considera germen del movimiento dadá y que fue escrita en su totalidad (la época abarcó cinco números) por Cravan bajo distintos seudónimos.

Acorde con el dadaísmo, Cravan fue un rebelde, un provocador, un asaltante, un tirador de ganchos al hígado de todo aquello que sonara a orden establecido. Su vida y su obra corrían juntas. Cultivó múltiples profesiones y oficios, desde marchante de arte –se sabe que comercializaba cuadros de Picasso, Matisse o Rivera, mucho antes de que costaran lo que ahora–, acróbata, pintor, borracho, protopunk, recolector de naranjas en California o clochard, hasta conferencista, crítico de arte, poeta y campeón de box. Pero sobre todo fue un mito, un dandi trashumante, un fantasmal maestro del escándalo.

 

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Arthur Cravan, el poeta boxeador que desapareció en la tempestad