Antes de las liguillas y la fragmentación de los campeonatos en dos torneos al año, el futbol mexicano se disputaba como se hace actualmente en las principales ligas del mundo: una competencia con visita recíproca entre todos los equipos y donde el ganador es el que más puntos acumula en la totalidad de juegos.
Para 1964, la liga mexicana profesional aumentó sus competidores de catorce a dieciséis. Uno de los nuevos invitados fue un equipo de Hidalgo, cuyo nombre ya comenzaba a escucharse en el ámbito del balompié nacional: Cruz Azul. De la mano de Guillermo Álvarez Macías (1919-1976), la famosa cementera estructuró un sistema de negocio ejemplar. No solo modernizó y volvió más eficiente la producción, sino que introdujo entre la comunidad de cooperativistas el entusiasmo por actividades más allá de lo laboral.
Pensando en la salud y el esparcimiento, don Guillermo impulsó una de sus grandes pasiones: la práctica del futbol. Hoy suena sencillo, pero en aquella época tuvo que utilizar todas las artes del convencimiento, puesto que en diferentes regiones del país, igual que en Hidalgo, el deporte arraigado era el beisbol.
La visión de Álvarez fue muy ambiciosa. Registró al equipo en el campeonato de la Segunda División en 1960. En 1963 abrió las puertas de un estadio multiusos con capacidad para más de quince mil personas, nombrado “10 de Diciembre” por la fecha de su inauguración. Como si se tratase de un talismán de la buena suerte, el equipo conformado en su mayoría por cooperativistas ganó en la cancha la oportunidad de jugar en Primera División al año siguiente.
Ya para esos años estaban consolidadas varias instituciones que hoy siguen siendo referencia en el futbol mexicano, como las Chivas del Guadalajara o las Águilas del América, por lo que competir y destacar contra ellos en pocos años generó la simpatía de aficionados no solo en Hidalgo, sino en la capital del país y en Jalisco.
Dirigidos por Raúl Cárdenas –un personaje que llegaría a ser un ícono del futbol nacional–, en la temporada 1968-1969 la Máquina Azul ligó trece partidos consecutivos sin conocer la derrota. El 2 de febrero de 1969 vencieron al León y matemáticamente afianzaron su campeonato: la euforia no se hizo esperar.
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