Albert K. Owen y su proyecto socialista en Sinaloa

La utopía de Topolobampo

Ricardo Lugo Viñas

Considerado uno de los últimos proyectos del socialismo utópico, la Pacific City de Owen contemplaba la existencia de un ferrocarril que conectara el litoral sinaloense con las costas de Virginia, en Estados Unidos, atravesando la sierra Tarahumara.

 

En 1872 William Jackson Palmer y Albert Kimsey Owen, empresarios e ingenieros civiles especialistas en vías ferroviarias, exploraron el litoral del Pacífico desde Sonora hasta Jalisco, con la intención de hallar posibilidades de inversión económica en territorio mexicano y encontrar un punto geográfico en el que se pudiera materializar el tan soñado proyecto de conexión americano: unir el Atlántico con el Pacífico mediante un sistema de vías férreas para construir el más importante canal comercial entre Oriente y Occidente.

Para este propósito, Owen juzgó ideal la bahía sinaloense de Topolobampo –que para ese entonces no aparecía registrada en ningún mapa mexicano–, pues consideró que podía funcionar como terminal ferroviaria debido a su ubicación y características topográficas. También servía como puerto gracias a sus excelentes condiciones marítimas que permitían el arribo de cualquier tipo de embarcación.

Hay que recordar que es el periodo de la llamada “penetración pacífica” norteamericana, pues apenas dos décadas atrás la política internacional de Estados Unidos hacia México se había caracterizado por la intervención armada. Desde los gobiernos de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, entre los decenios de 1860 y 1870, se inició un cambio de timón en la política diplomática con el vecino del norte, optándose por propiciar su inversión en el territorio nacional y brindar facilidades en términos hacendarios y de tierras, siempre procurando la defensa de la integridad y soberanía del territorio. Pero sería en los gobiernos del periodo porfirista en los que dicha “penetración” alcanzaría niveles exponenciales.

Jackson se preocupó más por las vías que conectarían Estados Unidos con Ciudad de México, mientras que Owen se centró en Topolobampo, imaginando para dicha región un magno plan de desarrollo económico, cuya base sería la construcción del ferrocarril transcontinental que partiría de las playas de Sinaloa, pasaría por la sierra Tarahumara y llegaría hasta las costas de Virginia, en Estados Unidos. Se trataba de una “prolongación en México de las grandes redes ferroviarias norteamericanas”, como apunta el investigador Sergio Ortega. Además, el proyecto iría acompañado de una experiencia de orden social, urbanística, filosófica y política: la fundación de un sistema de cooperación socialista y utópico que reformaría el pernicioso y dañado sistema capitalista.

En 1884, durante el gobierno del general Manuel González, Owen obtuvo el permiso y un subsidio para iniciar la construcción del ferrocarril transcontinental que, en una primera etapa, contemplaba conectar Topolobampo con la capital de Chihuahua (la ruta que actualmente se conoce como Chihuahua-Pacífico, recorrida por el tren Chepe). Con todo por delante, Albert trazó el proyecto que correría paralelo a la construcción del ferrocarril, la creación de una ciudad justa, moderna y pacífica en donde, tal como lo anunciaban los folletos de publicidad del proyecto, “la cooperación es la armonía”.

 

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