La historia de los asentamientos humanos en el área que hoy ocupa la delegación Coyoacán se remonta a 1332, cuando se estableció un grupo proveniente de Chalco que, en 1410, fue sometido por Tezozomoc, rey tepaneca de Azcapotzalco, quien otorgó a su hijo Maxtla el gobierno de esas tierras.
Habían transcurrido menos de veinte años cuando los texcocanos –que aliados a Tenochtitlan y Tacuba habían formado la Triple Alianza– hicieron de los tepanecas sus vasallos, por lo que Coyoacán fue uno más de los pueblos tributarios de Tenochtitlan a partir de entonces.
Así, en calidad de súbditos de los mexicas los encontraron los españoles al momento de la Conquista. De ahí que, tras derrotar al más grande de los imperios mesoamericanos en 1521, Hernán Cortés y sus tropas se trasladaron a Coyoacán mientras era limpiada de escombros y cadáveres la cúspide del poderío mexica. El cronista Bernal Díaz del Castillo lo narra en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España:
Después que se ganó esta tan grande y populosa ciudad y tan nombrada en el Universo, después de haber dado muchas gracias a Dios Nuestro Señor, Cortés mandó hacer un banquete en Coyoacán por alegrías de haberla ganado y para ello tenía ya mucho vino de un navío que había venido de Castilla [...] y para hacer fiesta mandó convidar a todos los capitanes y soldados [...] cuando fuimos al banquete no había asientos ni mesas.
Pasados los festejos, Cortés fundó el primer Ayuntamiento del Valle de México al tiempo que dictó las primeras disposiciones para el reparto de los solares que se formarían en torno a la Plaza Mayor de la nueva ciudad, cuya construcción y traza se planearon desde aquellas tierras coyoacanenses.
Más tarde, ahí también recibió Cortés la sumisión de los tarascos; institucionalizó las encomiendas y perpetró el suplicio a Cuauhtémoc, último gobernante mexica, quien siendo su prisionero desde la caída del sitio de Tenochtitlan, compartió la tortura con Tetlepanquetzal y Coanacoch, señores de Tacuba y Texcoco, respectivamente.
La vida colonial
En cuanto a la organización política de aquel pueblo que albergara a las tropas españolas vencedoras, Juan de Guzmán Ixtolinque, antiguo cacique indígena converso al cristianismo y fiel vasallo de las nuevas autoridades, siguió al frente de la población en calidad de gobernador, al tiempo que favoreció todo tipo de obras pías y celebraciones religiosas.
Durante el virreinato, Coyoacán fue considerada alcaldía mayor de la Nueva España y es citada por los escritores de aquella época como uno de los puntos más fértiles, lleno de huertas, casas de campo, obrajes, además de iglesias y conventos, entre los cuales destacaba –como hasta la fecha– el de San Juan Bautista, fundado por los franciscanos en los albores de la Colonia, según la fecha inscrita en la portada del templo: 1552. Por otro lado, del siglo XVII data la pequeña capilla de San Antonio, junto al puente de Panzacola, que milagrosamente sobrevive en medio del tráfico automovilístico de avenida Universidad, en su cruce con la calle empedrada de Francisco Sosa.
No obstante la belleza del paisaje y la fertilidad del terreno, Coyoacán no fue el lugar predilecto de la aristocracia colonial, que prefirió a San Ángel para construir grandes mansiones palaciegas, en busca de un ambiente de paz y descanso.
Por otra parte, Coyoacán se caracterizó durante la Colonia y buena parte del siglo XIX por su religiosidad, pues fue poblándose con monasterios de diversas órdenes religiosas al paso del tiempo.
Esta publicación sólo es un fragmento del artículo "El viejo Coyoacán" de la autora Guadalupe Lozada León, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 99: http://relatosehistorias.mx/la-coleccion/99-felipe-angeles-un-extraordin...