Benito Juárez se refugia en Paso del Norte

Agosto de 1865
Pedro Siller Vázquez

La mañana del 14 de agosto de 1865, un señor de apellido Bartlett, empleado de la aduana estadunidense en El Paso (Texas), vagaba por las orillas del río Bravo cuando le llamó la atención el griterío de “¡Ahí viene, ahí viene Juárez! ¡Ahí está!”. Entonces vio cómo la calle principal comenzó a llenarse de gente para esperar el paso del presidente mexicano y su escolta. Aprovechó el momento y se acercó a conocerlo personalmente: “La expresión de su semblante era simpática –apuntaría más tarde–. Su porte era el de un caballero pulcro y sabio, lleno de soltura y dignidad. Su conversación carecía de la fluidez y de la vehemencia que caracterizan a los españoles. Su voz era baja y agradable, y muy a menudo se interrumpía, como pesando la impresión de sus palabras. Su indumentaria era la de un ciudadano presidente y, desde el punto de vista americano, impecable –levita negra de paño ancho, chaleco de lino blanco, guantes blancos, calzado pulido–. El traje, ajustado perfectamente a su cuerpo robusto, lo llevaba con la gracia de un cosmopolita acabado”.

 

La travesía hacia el norte

El presidente nacido en Oaxaca salió de la ciudad de México el 31 de mayo de 1863, después de que los franceses tomaran la ciudad de Puebla y estuvieran ya en las goteras de la capital de la República. Iba con dirección a San Luis Potosí, donde se había propuesto establecer su gobierno. De acuerdo con un testigo:

 

"Juárez, antes de iniciar su marcha, esperó a que sonaran las seis de la tarde, a que el sol se metiera en el ocaso para arriar la enseña patria enarbolada en el Palacio Nacional. […] en pie, descubierta la cabeza, rodeándolo los secretaries de Estado, el general en jefe del Ejército del Centro, Juan José de la Garza, los militares de más alta jerarquía y el presidente del Ayuntamiento de México, Agustín del Río, única autoridad legítima que debería quedar en la ciudad para guardar el orden. […] esperó a recibir de las manos de un oficial superior la bandera […], la llevó a sus labios y en voz alta, llena, sonora, dijo “¡Viva México!”. Más de tres mil voces, formando una sola y potente voz, respondieron “¡Viva!”, y la comitiva partió."

 

Tres días después, Juárez llegó a Querétaro y luego pasó a San Miguel de Allende, Guanajuato. Arribó a San Luis Potosí el 10 de junio. Una razón por la que escogió esta entidad fue quizá porque allí “contaba con el apoyo de autoridades estatales y municipales, además del que le brindaron varios connotados liberales potosinos, entre ellos, Ponciano y Benigno Arriaga, así como Paulo Verástegui, quien para entonces detentaba un sólido poder regional que tenía como centro el partido de Rioverde”.

Seis meses después se vio obligado a retirarse más al norte debido al avance de los franceses. Se instaló con su familia en Saltillo, Coahuila el 9 de enero de 1864. Desde su llegada intentó una negociación con el gobernador del estado, Santiago Vidaurri, pues entonces Nuevo León y Coahuila formaban una sola entidad, pero pronto se dio cuenta de que no había muchas esperanzas de llegar a un arreglo sobre su reclamo para disponer de las participaciones federales aduaneras de esa región.

El 14 de febrero se entrevistó con el gobernador en Monterrey. Después de una fuerte confrontación en la que hubo hechos armados, salió de nuevo a Saltillo, donde decretó la separación del territorio de Coahuila del de Nuevo León, con lo que le devolvía al primero su autonomía y de paso desafiaba a Vidaurri.

Días después, el nuevoleonés abandonó Monterrey y a principios de abril Juárez logró establecerse ahí, aunque mandó a su familia a Estados Unidos dadas las difíciles condiciones de seguridad. Ante ello, el lugar más seguro para establecerse parecía ser Chihuahua, por lo que se dirigió primero a Durango y posteriormente entró por Río Florido (hoy Villa Coronado) el 29 de septiembre de 1864. De ahí siguió la ruta de Villa de Allende, luego Parral –donde permaneció cuatro días–, Camargo y finalmente llegó a la ciudad de Chihuahua el 12 de octubre.

 

En Paso del Norte

La capital de Chihuahua tenía entonces alrededor de doce mil habitantes. Antes de llegar a ésta, Juárez tuvo que sortear muchos problemas, como el de declarar a la entidad en estado de sitio y resolver amenazas semejantes a las que había recibido en Monterrey.

Como lo anotó el historiador Francisco R. Almada, 1865 fue el año más difícil para la causa republicana. En lo internacional, aunque el 9 de abril los estadunidenses sureños aceptaron su derrota en la Guerra Civil iniciada en 1861, una semana después Juárez recibió la noticia de la muerte del presidente norteamericano Abraham Lincoln, uno de sus principales simpatizantes, y respecto al sucesor Andrew Johnson, aún no se conocía cuál sería su política a seguir sobre la invasión francesa a México. Además, las derrotas de las tropas republicanas se sucedían una tras otra y algunos de los principales jefes, como Porfirio Díaz, habían sido capturados.

Ante el avance francés, Juárez decidió trasladar su gobierno a Paso del Norte y dejó como gobernador de Chihuahua al general Manuel Ojinaga, quien finalmente fue asesinado cuando intentaba recaudar los impuestos en la zona serrana.

El presidente salió de la ciudad de Chihuahua el 5 de agosto de 1865; lo acompañaban un pequeño grupo de funcionarios y trescientos soldados. Llevaban consigo, entre otras cosas, una imprenta en la que se estampaba el Periódico Oficial del Gobierno Constitucional de la República Mexicana. La ruta que siguieron fue la de El Sauz, Encinillas, Aguanueva, Gallego y Carrizal. Luego, para evitar la zona de médanos, cruzaron hacia Guadalupe y llegaron a Paso del Norte el 14 de agosto.

La presencia de un presidente en esta localidad era un gran acontecimiento, ya que nunca había estado ahí un personaje de tal importancia…

 

Esta publicación es sólo un resumen del artículo “Benito Juárez se refugia en Paso del Norte”, del autor Pedro Siller Vázquez, que se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 97.