El mismo día del atentado, el propietario y los meseros del restaurante fueron aprehendidos por el comisario de policía de la municipalidad de San Ángel, con la intención de obtener sus declaraciones. El dueño del establecimiento era Emilio Casado Medrano, oriundo de Bilbao, España, cuya dirección era avenida de la Paz números 13, 15 y 17. Había llegado al país en 1911 y ocho años más tarde abrió el Café Madrid, en el número 20 de la calle Bolívar, en el Centro Histórico de la ciudad de México. Este lugar logró gran popularidad y llegó a ser el mejor salón de la capital, con un esmerado y económico servicio de restaurante.
En marzo de 1925, Casado abrió La Bombilla en lo que fuera la casa de la señora Dolores Sanz. Por esos años, este poblado era un sitio de recreo para las clases medias y altas de la ciudad de México. En la municipalidad de San Ángel existían otros tres lugares con servicio de comida muy conocidos: el San Ángel Inn, el Guadalupe Inn y el Trippiedi.
La Bombilla recibió ese nombre debido a la nostalgia de Casado por su tierra, puesto que en Madrid existía un parque del mismo nombre, cercano al río Manzanares. El restaurantero invirtió una pequeña fortuna para acondicionarlo. Contaba con un extenso jardín, terreno de bosque, un riachuelo con su puente, magníficos quioscos, amplios comedores, una cantina y salones para banquetes.
La apertura de este local fue recibida con beneplácito por la prensa. En pocos meses La Bombilla se posicionó como uno de los restaurantes más concurridos, el preferido para realizar banquetes políticos y distintas reuniones sociales. Todos los meseros eran españoles y vivían en las afueras de la ciudad de México. Tiempo después, Casado era ayudado en el negocio por su hermano Federico.
Se apaga La Bombilla
Al igual que en el caso del Café Madrid, don Emilio Casado tuvo varios tropiezos con La Bombilla al sufrir diversos embargos por el incumplimiento de pagos a algunos de sus proveedores. Sin embargo, el banquete que los diputados de Guanajuato ofrecieron a Álvaro Obregón era una muestra de que el negocio seguía contando, a pesar de todo, con la preferencia de las élites políticas.
Después de la tragedia, sus declaraciones y las de los empleados se filtraron rápidamente en la prensa. En ese momento se afirmaba que La Bombilla volvería a funcionar, e incluso que se había permitido el acceso a los curiosos a la escena del crimen, pero en agosto de 1928 el restaurante seguía cerrado.
Don Emilio Casado solicitó al presidente municipal de San Ángel la licencia para volver a abrir el lugar. El funcionario aceptó después de consultarlo en el juzgado que llevaba el expediente del caso del magnicidio de Obregón. Sin embargo, La Bombilla no reabrió sus puertas y poco después quebró el Café Madrid.
A finales de 1928, el señor Casado escribió una carta al ayuntamiento de San Ángel en la que solicitaba la condonación de las contribuciones municipales por los cinco meses que tenía cerrado su negocio. No se conoce la respuesta a esta petición. En 1929 el restaurante dejó de existir para dar paso a una escuela-asilo.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Luces sobre La Bombilla” de los autores José L. Juárez López y Víctor M. Martínez Ocampo y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 94.