El terrible invierno de 1846

Luis Arturo Salmerón

El de 1846 fue uno de los inviernos más gélidos del siglo XIX. Ese año, mientras México enfrentaba la invasión estadunidense, en otras partes del mundo las personas más temerarias se aventuraban en expediciones en las que el clima les haría sufrir un horrible destino.

 

El invierno de 1846 que cobró la vida de cientos de mexicanos en su penosa marcha rumbo al lejano norte del país es recordado como uno de los más crudos que azotaron América en el siglo XIX. Dos acontecimientos, en otras partes del continente, dan cuenta de la inclemencia de esa estación durante aquel año: la expedición Donner, formada por estadunidenses que al final quedaron atrapados en la Sierra Nevada durante su viaje al legendario Oeste, y la expedición perdida de Franklin, que buscaba atravesar y explorar el último tramo del Paso del Noreste, entre Groenlandia y Canadá.

Ambas expediciones terminaron en tragedia y se sospecha que el terrible clima, además de cobrar la vida de la mayoría de los miembros de la primera y de la totalidad de los exploradores de la segunda, orilló a sus integrantes a enfrentar uno de los dilemas más terribles que puede sufrir una persona: morir o comer la carne de los compañeros caídos en busca de obtener la energía necesaria para sobrevivir.

 

Atrapados por la nieve

La expedición Donner, también llamada Donner-Reed, estaba formada por un grupo de hombres, mujeres y niños liderado por George Donner y James F. Reed, el cual viajaba en una caravana de carretas con la intención de llegar al norte de California, atraídos por la promesa del legendario Oeste. El viaje a esta parte del territorio solía salir de Independence, Missouri, y seguía la llamada Senda de Oregon hasta alcanzar South Pass, en el actual Wyoming, para luego cruzar las Montañas Rocosas (o Rocallosas); a partir de ahí las caravanas tenían muchas opciones para alcanzar sus diferentes destinos. Dicha travesía solía durar entre cuatro y seis meses y debía contemplar el difícil cruce de la Sierra Nevada. Además, la planificación del tiempo de partida era vital para evitar quedar atrapados en la nieve invernal o en el lodo del deshielo.

Los aventureros salieron de Independence en mayo de 1846 y siguieron el camino habitual hasta South Pass. Después de eso optaron por separarse de la ruta de las demás caravanas para probar un nuevo camino a California llamado Atajo de Hastings, que supuestamente les ahorraría poco más de quinientos kilómetros, pero que en realidad los atrasó más de un mes por lo tortuoso del camino; además agotó gran parte de sus provisiones y diezmó su ganado y bestias de tiro. El 26 de septiembre se reincorporaron al sendero para enfrentar el último tramo antes del peligroso cruce de la Sierra Nevada, sin darse tiempo de descansar por miedo a que los pasos de montaña quedaran bloqueados por la nieve.

Finalmente llegaron a los macizos el 20 de octubre, en teoría con tiempo suficiente para cruzar el paso junto al lago Truckee, ya que las nevadas solían empezar a mediados de noviembre. Para su infortunio, el invierno de 1846 fue inmisericorde con los 89 miembros de la caravana, quienes quedaron atrapados por las toneladas de nieve que cerraron su paso y la posibilidad de regreso. Murieron 41, entre ellos George Donner, y 48 fueron rescatados por tres expediciones que salieron del fuerte californiano de Sutter.

Lo que encontraron los rescatistas en las cercanías del lago –que hoy lleva el nombre Donner– aún alimenta la imaginación y los relatos históricos: sobrevivientes demacrados entre restos humanos enterrados en la nieve y con evidentes muestras de canibalismo.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “El terrible invierno de 1846” del autor Luis Arturo Salmerón y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 93.