El gobierno de Porfirio Díaz, al igual que el de otros Estados del siglo XIX, fomentó la consolidación de una conciencia nacional y la de su propia posición política a través de conmemoraciones públicas, algunas de las cuales lo colocaron como centro de la ritualidad cívica; esto ocurrió con la efeméride del 2 de abril, que durante su larguísima gestión fue cobrando relevancia. Para una dictadura que guardó las formas republicanas, fue elemento de legitimación fundamental la celebración de uno de sus triunfos más rotundos, con el que contribuyó a la victoria de la república sobre la intervención y el imperio de Maximiliano, y por el que era recordado como el “héroe del 2 de abril”.
Puesto que las imágenes sirvieron para reforzar argumentos políticos, y la parafernalia teatral en torno a las festividades y al aparato gubernamental, es comprensible que el episodio se plasmara en pinturas como la aquí comentada, hoy titulada La Batalla del 2 de abril de 1867, un óleo enorme que cuelga a la derecha de la escalera principal del Museo Nacional de Historia (su ficha lo data en 1902 y señala las medidas 3.92 x 6.76 m). La escueta información que se ofrece enseguida permite comprender por qué este cuadro monumental, que enaltece y es protagonizado por Díaz, un caudillo mexicano de gran relevancia en la historia del país, se inserta coherentemente en la obra más vasta de un pintor español que apenas visitó México; asimismo, ayuda a entender cómo el análisis de lo ahí representado, en cotejo con las memorias del propio caudillo, sirve para desmontar las estrategias narrativas con las que el pintor enalteció esa histórica acción encabezada por el oaxaqueño.
Un pintor español expande sus horizontes comerciales
El autor del cuadro fue el catalán José Cusachs y Cusachs (Montpellier, 1851-Barcelona, 1908), de formación militar, quien participó en diversos conflictos armados, en un contexto de inestabilidad política y social, y relevos del poder en España. Cusachs se ejercitó artísticamente bosquejando escenas y tipos militares, en su tiempo libre asistió al taller del pintor Simó Gómez i Polo en Barcelona, y en 1881 se perfeccionó en París en el de Édouard Detaille, pintor de temas militares. Radicado más tarde en la capital catalana, Cusachs se dedicó de lleno a la pintura y se convirtió en el más conocido especialista de temas militares en España. Pintó sobre todo escenas de batalla y aspectos diversos de la vida castrense: maniobras, desfiles, paradas, cargas de caballería, escenas cotidianas de cuartel, retratos de militares y políticos, etc. Ocasionalmente abordó otras temáticas, como la vida social, aunque otorgando a los caballos presencia importante en escenas campiranas o concursos hípicos (lo que ocurría también en sus pinturas de sesgo militar). Participó en diversas exposiciones oficiales y privadas: en 1887 en la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid (la Reina Regente adquirió tres obras suyas), en 1891 en la Exposición de Arte de Berlín donde obtuvo medalla de oro, y en exposiciones internacionales en Madrid, Múnich, París, México (en 1898 en la anual de la ENBA), y años después en Nueva York.
Para fines de siglo Cusachs era ya un pintor reconocido entre la burguesía catalana, y además de participar, hizo gestiones para universalizar su mercado. En 1899 escribió a un residente en Colonia, preguntándole cuál género podría gustar en tierras germanas, y comentándole quejumbroso: “como quiera que nuestro país por desgracia está agónico, he de procurar mercados donde el espíritu militar palpite”. Dos retratos que hizo de generales hispanoamericanos, del argentino Bartolomé Mitre y del presidente mexicano Porfirio Díaz, dan cuenta de que efectivamente buscó expandir sus horizontes comerciales. Respecto al segundo, el 17 de septiembre de 1899, dos años antes de que Cusachs pusiera pie en nuestro país El Mundo Ilustrado, una cosmopolita revista mexicana, reprodujo un “magnífico retrato” de Porfirio Díaz de su autoría, que se exhibía en la Casa Pellandini, el establecimiento comercial de objetos suntuarios más importante de la época, aclarando que “no contó para ejecutar el cuadro a que nos referimos más que con fotografías del ilustre caudillo que está al frente de los destinos de nuestra patria, lo que a todas luces hace más meritorio el perfecto parecido./ Nuestros diarios han descrito ya ampliamente el cuadro en cuestión, y hoy ofrecemos […] una exacta reproducción de él./ […] se distingue por una sencillez que sólo es dable dominar a los verdaderos maestros, como [es] Cusachs, de universal nombradía”.
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