Karl Lenkersdorf apuntó que varias ideas de los zapatistas, como el “mandar obedeciendo”, provenían del pensamiento ancestral mayatojolabal.
En el verano de 1972, Karl Lenkersdorf hizo un viaje de trabajo a México en el que conoció al obispo Samuel Ruiz, defensor y profundo conocedor de la cultura maya en Chiapas, quien lo invitó a conocer los trabajos comunitarios y educativos que realizaban los pueblos indígenas en su diócesis, primero con las comunidades de la región tzeltal de Los Altos y posteriormente con los tojolabales de la meseta comiteca. Karl quedó prendado y conmovido. Como buen exmúsico, lingüista y filósofo, un detalle llamó su atención: aunque desconocía la lengua mayense, escuchó cómo en una asamblea tojolobal los hablantes repetían el sufijo -tik. Karl pregunto a su anfitrión sobre el significado de aquella palabra, a lo que el obispo contestó: es equivalente al “nosotros” en español.
Aquel breve pero enriquecedor encuentro lo animó a dar un vuelco total a su vida. Volvió a Ohio solo para renunciar a su cargo, y luego decidió mudarse, con su familia, a Comitán. De ese modo, desde 1973 los Lenkersdorf trabajaron en proyectos educativos en La Castalia, la Escuela de Promoción Educativa y Cultural para los Indígenas de la Región Tojolabal. Primero hicieron trabajos de alfabetización al español, pero, tal como lo escribiría el propio Karl, lo que más les interesaba era “convivir y trabajar con los pueblos indígenas para aprender lo que no nos enseñaron en las universidades que conocimos”.
Al poco tiempo solicitó a los tojolabales que le enseñaran su lengua. Los mayas lo pensaron y consultaron en asamblea y, tras algunas semanas, resolvieron hacerlo. Le enseñaron e iniciaron en su lengua y cultura de la única manera posible para ellos: convirtiéndolo en uno más de ellos, en un nosotros, es decir, tojolabalizándose. A partir de ese momento fue nombrado por los tojolabales como “el hermano Carlos” y vivió en la región por más de veinte años, entre los municipios Las Margaritas y Altamirano, aprendiendo de los tojolabales y de su pensamiento “nosótrico”; no occidental.
En 1976 comenzó la configuración del Diccionario español-tojolabal, publicado en 1979. También escribió libros como Los hombres verdaderos, que fue acreedor al Premio Hispanoamericano Lya Kostakowsky de Ensayo 1994, Filosofar en clave tojolabal, Conceptos tojolabales de filosofía y del altermundo, entre muchos otros. Tras su abrupta salida de Comitán, en 1994, el “hermano Carlos” fue nuevamente acogido por la UNAM, primero mediante su Centro de Estudios Mayas y posteriormente en la Facultad de Filosofía y Letras, donde impartió clases de lengua, cultura y filosofía tojolabal hasta el día de su muerte, acaecida el 23 de noviembre de 2010.
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Karl Lenkersdorf, el filósofo alemán que se tojolabalizó