“Soldados de la Federación, váis a presenciar mi muerte que ha sido mandada por el Gobierno y que así lo habrá querido Dios; no me arrepiento de lo que he hecho; mi intención era procurar el bien de los pueblos. Adiós Distrito de Tepic. ¡Muero como hombre!”. Estas fueron las últimas palabras de Manuel Lozada, el temido Tigre de Álica, antes de caer fusilado el 19 de julio de 1873. Tenía 44 años.
Hay bandoleros que se sumaron a las luchas políticas armadas que desgarraban socialmente la geografía en la que actuaban. Un caso emblemático del siglo XIX es el de Manuel Lozada, el Tigre de Álica, cuya trayectoria inicial, como ha señalado el historiador Jean Meyer, no permite fijar límites claros entre bandolerismo y resistencia armada legítima. De lo que no hay duda es de su dominio y liderazgo social en la región de lo que hoy es el estado de Nayarit y alrededores. Desde su cuartel en la sierra de Álica y con el apoyo de campesinos, indígenas y sus fieles serranos, entre 1857 y 1873 impuso su autoridad mientras luchaba a favor de los pueblos agraviados y en contra de la usurpación de sus tierras, en medio de las guerras entre liberales y conservadores, republicanos e imperialistas.
Nació como Manuel García González el 22 de septiembre de 1828 en el poblado de San Luis (hoy “de Lozada”), en plena sierra nayarita. Desde aquellos primeros años, muchas de las historias sobre su biografía se basan en un “se cuenta que…”. Con esa advertencia, continuemos.
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