En el contexto de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), México se insertó con inteligencia en el complicado ajedrez internacional para defender, entre otras cosas, la nacionalización de la industria petrolera en 1938.
No obstante que el gobierno había expresado su deseo de no vender petróleo a los países totalitarios, el boicot de las trasnacionales afectadas lo obligó a realizar transacciones con Italia y Alemania. Esto, a pesar de que la anexión de Austria a la nación germana, seis días antes de la expropiación petrolera, generó una fuerte reacción de México, ante la indiferencia del resto de las naciones democráticas.
Las tensiones diplomáticas con Alemania continuaron hasta abril de 1941, cuando fueron incautados y puestos al servicio de México los buques germanos e italianos en los puertos nacionales. Entonces vino la ruptura con el Tercer Reich y nuestro país restableció relaciones con Gran Bretaña, y poco después con la URSS.
De esta forma, México intensificó la venta de petróleo a Estados Unidos, pero en mayo de 1942 los submarinos alemanes hundieron los buques nacionales Potrero del Llano y Faja de Oro. Finalmente, el 28 de ese mismo mes, el Congreso Federal aprobó el estado de guerra contra las potencias del Eje: Italia, Alemania y Japón.
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México y la Segunda Guerra Mundial