El otrora oficial del ejército zapatista fue uno de los pilares de la lucha agraria y obrera en Morelos durante los gobiernos posrevolucionarios.
El 23 de mayo de 1962 un destacamento militar apoyado por policías judiciales sacó de su casa, en Tlaquiltenango, Morelos, al dirigente campesino Rubén Jaramillo, a su esposa Epifania, que estaba encinta, y a sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo. Dos horas después la familia fue acribillada en las cercanías de las ruinas de Xochicalco, consumándose así uno de los más atroces crímenes políticos del siglo XX mexicano.
Rubén Jaramillo nació en Tlaquiltenango hacia 1900. En 1914 se incorporó al Ejército Libertador del Sur del general Emiliano Zapata y se convirtió en un oficial apreciado y querido por los habitantes de Morelos y el sur de Puebla.
En 1918 Jaramillo reunió a los hombres que lo seguían y les explicó que la revolución zapatista había sido derrotada, por lo que valía más guardar las armas y retirarse para continuar la lucha en un momento más propicio.
Durante los años siguientes, trabajó en diversos ranchos y haciendas, y conoció la cárcel en la que lo metieron los carrancistas luego del asesinato de Zapata. En los años veinte encabezó una lucha legal por la reforma agraria y con-sideró que el reparto prometido sólo era una bandera política y no un verdadero compromiso del gobierno. Al comenzar la década de los treinta, era el más conocido y respetado de los dirigentes campesinos del poniente de Morelos.
También apoyó decididamente la candidatura presidencial de Lázaro Cárdenas en 1934 y durante la campaña electoral preparó un estudio sobre la agricultura de la región que concluía con la petición de que el Estado construyera una gran central azucarera. Ese fue el origen del ingenio de Zacatepec, inaugurado por Cárdenas en 1938 y cuyo primer consejo de administración presidió Jaramillo.
En 1939, por expresa petición del general Cárdenas, Jaramillo y todos sus seguidores apoyaron la campaña presidencial de Manuel Ávila Camacho, pero cuatro años después, considerando que el nuevo presidente había traicionado definitivamente los ideales de la Revolución, el dirigente llamó a sus compañeros a desenterrar las armas para recomenzar la lucha por la tierra y la libertad, reviviendo el zapatismo.
Pacificado gracias a la mediación de Cárdenas, Jaramillo siguió luchando por los derechos de los campesinos y colaboró con diversos movimientos nacionales. Pero desesperado por la corrupción de los políticos, las amenazas a los luchadores sociales y la imposibilidad de transformar las cosas por medios políticos, planeó levantarse en armas contra el gobierno por tercera vez.
Sin embargo ya no le dieron tiempo: fue asesinado y con él fueron sacrificados su esposa e hijos. Al día siguiente, sorteando el cerco militar que rodeaba el panteón de Tlaquiltenango, miles de campesinos acudieron a su entierro.
El artículo "Rubén Jaramillo" del autor Luis A. Salmerón se publicó en Relatos e Historias en México número 81. Cómprala aquí.