La diferencia entre la tentación demoniaca y la posesión consistía en que en la primera los demonios actuaban desde fuera de la persona y, por lo tanto, esta tenía responsabilidad sobre sus acciones a pesar de la influencia maligna. En el segundo caso, el que actuaba era el demonio, despojando al individuo de su libre albedrío y, por lo tanto, no tenía responsabilidad sobre sus acciones.