Victor Serge

Segunda parte

Ricardo Lugo Viñas

En México, Serge frecuentó a Natalia Sedova, la viuda de Trotsky. Con ella emprendería la tarea de escribir el libro Vida y muerte de León Trotsky.

 

Tras cumplir una condena de cinco años de prisión, por la supuesta participación en los actos anarquistas y terroristas de la Banda Bonnot en París, Serge se exilia en Cataluña. Ahí se adhiere al efervescente movimiento anarcosindicalista comandado por Salvador Seguí y el ideólogo Andreu Nin, quienes luchan por conquistar el poder a través del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Serge se convierte en un importante dirigente y pensador del anarcosindicalismo. De ahí surge una de sus primeras novelas: El nacimiento de nuestra fuerza.

Debido a diferencias y desencantos, especialmente con Seguí, Serge retorna a Francia con la intención de viajar a Rusia. Pero, tal como se lo advirtieron, en París es encarcelado. Lo trasladan a un campo de concentración. Durante aquellos años de encierro surgirá otra espléndida novela: Hombres en prisión, en la que narra los abusos que se comenten en las cárceles francesas. En prisión se asume como bolchevique. Luego de unos años, aprovecha una oportunidad de intercambio de rehenes entre Francia y Rusia. Aunque era “su” patria, Serge jamás había pisado suelo ruso.

Así, en el invierno de 1919 se dirige a Rusia en calidad de prisionero. En el barco de Finlandia hacia su destino conoce a quien, a la postre, será su compañera y madre de sus hijos: Liuba Rusakova, taquígrafa y traductora de Lenin, y quien lo pone en contacto con la élite del movimiento bolchevique moscovita. Le presenta a Grigori Zinóviev y a altos mandos de la Komintern (la Internacional Comunista). Entonces Serge comienza a laborar a favor del movimiento bolchevique como escritor, traductor y hasta agente clandestino en Berlín.

De ese periodo surgen dos de sus más celebrados libros: El año I de la Revolución rusa, que narra el ascenso al poder del movimiento bolchevique, y Lo que todo revolucionario debe saber sobre represión, que nace de analizar los archivos de la Ojrana, el aparato secreto de represión policiaca zarista. En Alemania y Austria, como propagador del socialismo soviético de la Tercera Internacional, se encuentra y dialoga con buena parte de la intelectualidad europea del momento, como Antonio Gramsci o George Lukács.

Tras la muerte de Lenin y el arribo de Stalin al poder, Serge retorna a la ahora Unión Soviética y muy pronto forma parte de la llamada Oposición de Izquierda, dirigida por León Trotsky, que denuncia los crímenes y traiciones al movimiento revolucionario por parte de la dictadura burocrática estalinista. Como sabemos, Trotsky es expulsado de su país. Entonces Serge, junto con Aleksandra Sokolóvskaya, primera esposa de Trotsky, se convierte en el más férreo crítico del estalinismo desde la URSS.

Pronto, él y su familia son aprehendidos y conducidos al gulag (centro de concentración, trabajo forzado y exterminio) de Oremburgo. Ahí pasa tres años y escribe buena parte de su literatura. Gracias a las presiones de intelectuales europeos –como Magdeleine Paz, Andreu Nin y los dos André: Gide (Premio Nobel de Literatura 1947) y Maurois–, Stalin lo libera, aunque también lo expulsa de la URSS. Serge se traslada a París y permanece ahí hasta 1940, cuando las tropas hitlerianas invaden Francia.

México incandescente

Luego de dos meses de cautiverio, Serge y su hijo logran salir de Martinica, gracias a los buenos oficios de su amigo español perteneciente al POUM Julián Gorkin, quien les gestionó un visado mexicano. Pasan unos días en República Dominicana, Haití y Cuba, y el 4 de septiembre arriban a territorio mexicano vía Yucatán.

Tal como lo narró en sus Memorias de un revolucionario (1936-1940) y en Cuadernos mexicanos (1940-1946) –apuntes hallados por su viuda algunos años después de su muerte, en la última casa que ocupó en Amecameca, Estado de México–, Serge se fascinó con México y, pese a su difícil situación económica, se dio la oportunidad de recorrer buena parte del territorio nacional.

Lo primero que quiso hacer, al llegar a la Ciudad de México, fue visitar “la tumba de Coyoacán”: el sepulcro de Trotsky –asesinado once meses atrás– al centro del jardín de la casa que habitó en México. Ahí se encontró con la viuda del antiguo jefe del Ejército Rojo, Natalia Sedova, “de rostro trágico y arrugado”. Con ella emprenderá la tarea de escribir el libro Vida y muerte León Trotsky.

Al igual que Trotsky, Serge no fue bien recibido por la izquierda mexicana, en especial aquella dirigida por Vicente Lombardo Toledano y el Partido Comunista Mexicano. También padeció la persecución de los agentes estalinistas infiltrados en México. Por otra parte, mantuvo una sólida e intensa amistad con Octavio Paz y Diego Rivera, y se encontró con camaradas exiliados como Jean Malaquais, traductor de la obra de Carlos Marx al francés.

En una carta a su amiga la escritora francesa Magdeleine Paz, Serge definió los principios que lo rigieron: la defensa del hombre, de la libertad y del derecho al pensamiento. Al final, moriría en circunstancias extrañas en noviembre de 1947, en la Ciudad de México, a bordo de un taxi y en una condición casi de miseria.

 

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Title Printed: 

Victor Serge, el tiempo mexicano de un revolucionario ruso