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Principales invasiones en el noroeste de México
México otorgó permisos a europeos para asentarse en territorio nacional, con la intención de frenar las ambiciones de estadounidenses. Sin embargo, hubo franceses, como Raousset-Boulbon, que buscaron hacerse con territorio y establecer un gobierno propio. Así, poblaciones de Sonora y Baja California fueron tomadas por filibusteros, en parte también porque el control del Estado mexicano sobre sus entidades era limitado. Sin embargo, en ocasiones los habitantes se coordinaban, incluso militarmente, para expulsarlos.
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¿Quiénes eran los filibusteros?
Apenas habían pasado tres años de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo y la adaptación a las nuevas fronteras entre México y Estados Unidos no resultaba nada fácil. El expansionismo norteamericano (hacia el sur) y el llamado Destino Manifiesto eran ideas que convocaban a la acción y que circulaban entre las esferas políticas y las élites, pero también tenían expresiones en la prensa y los sectores populares estadounidenses. Del lado mexicano, aún no cerraba la herida de la separación de Texas y la posterior pérdida de enormes extensiones de territorio nacional.
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El filibusterismo, los gobiernos inestables y las nuevas fronteras
Tras la pérdida de los territorios norteños en 1848, producto de la agresiva expansión estadounidense, en México se temía que en ese norte prácticamente despoblado se reprodujeran invasiones de colonos armados, quizás amparados en el poderío militar del vecino del norte, e intentaran arrebatar más territorios a la federación.
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Filibusteros modernos en el noroeste de México
La llamada fiebre del oro de mediados del siglo XIX se esfumó pronto en California. Entonces, muchos se sumaron a expediciones armadas a México para hacerse de su territorio y recursos, entre otras razones.
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Un singular barbero en la Nueva España
El oficio de barbero requería mucha destreza y eran solicitados por personajes de toda índole. Algunos de ellos también extraían muelas o aplicaban sanguijuelas para tratar enfermedades.
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El barbero de Su Excelencia
El virrey Revillagigedo apreciaba que su barbero, Teodoro Guerrero, no fuera entrometido, como solían ser otros practicantes de ese oficio.