Nicolas - Joseph Thiery De Menonville, un botánico tras el misterio de la grana cochinilla

Extranjeros perdidos en México

Ricardo Lugo Viñas

 

Artistas como Vincent van Gogh descubrirían que el rojo de la grana cochinilla brindaba excelentes resultados. Muestra de ello es la obra El dormitorio en Arlés, donde da color a la colcha, así como a los violetas y lilas de las paredes.

 

A principios del siglo XVII, el rey de España Felipe III publicó una ordenanza que, entre otras cosas, advertía lo siguiente: “Uno de los más preciados frutos que se crían en nuestras Indias Occidentales es la grana o cochinilla, mercadería igual con el oro y la plata”. Además, decretaba que estaba prohibido enviar metales preciosos a España en barcos que no fueran de guerra, incluyendo el envío de la cotizada grana. Tiempo antes, el primer embarque de esta grana que se mandó al Viejo Continente fue en 1523, apenas dos años después de la caída de Tenochtitlan, y rápidamente se convirtió en el segundo producto que más dinero aportó a la Corona española después de la plata.

La grana cochinilla es un poderoso tinte capaz de teñir textiles, plumajes, cerámica, papel, óleos, maderas y casi cualquier superficie de un intenso y sólido tono carmín. Los antiguos pueblos mesoamericanos eran expertos en la química y tratamiento de esta grana que tenían en alto aprecio y utilizaban en la elaboración de códices, para teñir textiles y en un sinfín de usos más.

Para los pueblos europeos el color rojo era un recalcitrante símbolo de prestigio social y poder, de modo que los españoles encontraron en esta grana una rica veta de riqueza y controlaron celosamente su comercialización y distribución hacia todo el orbe. En 1570 la Corona española ya importaba al continente asiático el soberbio colorante. Así lo registró fray Bernardino de Sahagún: “esta es la grana fina y hay grandes tratos de ella; llega hasta la China y hasta Turquía, casi por todo el Mundo es preciada y tenida en mucho. A la grana que ya está purificada y hecha en panecitos, llaman grana recia, o fina; véndenla en los tianguez para los pintores y tintoreros”.

Esta grana fue la responsable de teñir del rojo más intenso los ropajes de la nobleza y de la alta jerarquía eclesiástica europea durante varios siglos, y también conectó a los antiguos mexicanos con el más reconocido arte europeo. Artistas como Paul Cézanne o Pierre-Aguste Renoir la utilizaron en varias de sus obras para producir tonos rojos y morados. El “rojo escarlata” que Vincent van Gogh utilizó para dar color a la colcha y para hacer los violetas y lilas de las paredes y puertas de su celebérrima obra El dormitorio en Arlés lo obtuvo de la grana cochinilla.

Pero en Europa y el resto del mundo no se sabía, hasta bien entrado el siglo XIX, de qué elemento se extraía exactamente este tinte. Ignoraban si se trataba de una planta, algún tipo de arcilla, un fruto… porque la Corona española se esforzó por guardar el secreto de su origen y así mantener el monopolio del mercado.

En enero de 1777 un joven y entusiasta botánico lorenés desembarcó en Santo Domingo, actual República Dominicana, procedente de Marsella. Contaba a la sazón con 38 años a cuestas. En el malecón presentó su pasaporte francés y fue recibido con deferencias, aunque discretamente, por algunos miembros del Círculo de los Filadelfos, una agrupación local interesada en la ciencia y la historia natural. Su nombre: Nicolas-Joseph Thiery de Menonville, connotado científico y humanista que había formado parte del equipo del gran sabio Antoine-Laurent de Jussieu, autor de la “clasificación natural”. Había venido –patrocinado por el gobierno francés– con la intención de adentrarse en la Nueva España y conocer el origen biológico y el cultivo del tan codiciado tinte para posteriormente reproducir el proceso en los territorios franceses de América con fines comerciales.

Aunque contaba con la anuncia de su gobierno, se le había advertido que su investigación y expedición en la Nueva España sería prácticamente de incógnito. Pronto se embarcó desde Puerto Príncipe hacia La Habana. Ahí permaneció casi dos meses, procurando hacer los debidos contactos que le permitieran penetrar al continente vía Veracruz. Finalmente, fingiendo ser catalán, pudo llegar el 25 de marzo al puerto jarocho en el bergantín Correo de Veracruz. La entrada al interior de Nueva España estaba sumamente controlada para los extranjeros, así que Menonville buscó por todos los medios posibles obtener un pasaporte expedido por el virrey que le permitiera adentrarse en el territorio. Particularmente le interesaba ir a Oaxaca, pues se había enterado que, desde hacía unos años, era el mayor productor de grana cochinilla de la Nueva España.

Permaneció un mes en el puerto en espera del pasaporte. Sin embargo, el virrey Antonio María de Bucareli no solo le negó el acceso, sino que ordenó su deportación inmediata. Pero Menonville estaba resuelto a completar la empresa, así que subrepticiamente cruzó la muralla y se internó tierra adentro. A pie, sin mapa, sin hablar español y ocultándose de las autoridades llegó a Oaxaca el 6 de mayo, donde permaneció solo dos días que aprovechó para adquirir algunos especímenes de nopales infectados de la grana cochinilla y recopilar cierta información que vació en su diario –en el que ha anotado todos los detalles desde que inició su periplo– sobre las técnicas de producción y cultivo del minúsculo insecto.

Volvió a Veracruz el 18 de mayo en un viaje complejo y no menos atropellado. El 7 de junio se embarcó hacia Campeche, donde permaneció veinte días. Luego, por un error de navegación, llegó a las costas de Florida. Finalmente pudo regresar a Puerto Príncipe en septiembre de ese año. Desde su salida de Oaxaca traía consigo los nopales con la grana y los había cuidado de todas las peripecias y complicaciones del viaje. Pero en Haití no recibió el interés que creía. Pocos valoraron su aventura.

En la isla aprovechó el tiempo para poner en orden sus apuntes –en los que registró además toda suerte de plantas, semillas y animales que vio en su viaje americano–. Pronto envió a las autoridades francesas un primer informe que tituló Voyage économique à Oaxaca, capitale de la province du même nom au royaume de Mexique pero el barco en el que viajaba el manuscrito naufragó, de modo que el escrito nunca llegó a su destinatario.

Menonville murió en 1780, a los 41 años, víctima de una terrible fiebre y decepcionado, pues nadie reconoció la valía de su aventura. Años más tarde, en 1787, la Sociedad de los Filadelfos logró reunir los apuntes del aventurero botánico y publicar el libro Traite de la culture du nopal qui nourrit la cochenille & de l’education de cet insect dont on tire la plus superbe des couleurs (Tratado del cultivo del nopal que alimenta a la cochinilla y la crianza de este insecto del que se extrae el más soberbio de los colores), además de que gestionó los merecidos reconocimientos a la expedición y los aportes que a la ciencia hizo Thiery de Menonville.

En 2005, el mexicano José Pérez Moreno Anaya hizo la primera traducción al español de este “tratado”, a partir de un manuscrito encontrado en la Biblioteca Nacional de París, que se publicó bajo el título Tratado del cultivo del nopal y de la crianza de la cochinilla, precedido de un viaje a Guaxaca.