Napoleón III tuvo la sagacidad para aprovecharse del desastre político y financiero reinante en México después de la Guerra de Reforma y la suspensión del pago de la deuda externa decretada por el presidente Benito Juárez en 1861; para embarcarse en una aventura militar transatlántica que prometía colocar a Francia en el centro de los negocios mundiales. El “más bello pensamiento del régimen” tenía como bandera la doctrina “panlatina”, proveniente del pensamiento geopolítico de Michel Chevalier: convertir a Francia en la cabeza política e ideológica que guiara y defendiera a la cultura latina en América de la amenaza imperialista y protestante que constituía Estados Unidos en las antiguas colonias hispanas.
Los periódicos gubernamentales galos como Le Moniteur y La Gazette de France trataron de desacreditar al presidente Juárez. También exageraron la aparente popularidad de la invasión a México y pretendieron alentar favorablemente a la opinión pública al divulgar relatos de viajeros y grabados donde se exaltaba la potencialidad económica del país americano y la presunta relación cultural con Francia. Sin embargo, esa misma prensa censuró los hechos ocurridos tras la batalla del 5 de mayo de 1862, pues mencionó que si bien se habían cometido errores aquel día, Francia debía redoblar esfuerzos para liberar a un hijo menor sumido en la anarquía.
La toma de Puebla se había convertido en una obsesión para la milicia francesa y no se podía dar el lujo de ser derrotada una vez más, como aquel 5 de mayo. Para el segundo asalto a la ciudad, un año más tarde, Napoleón III decidió sustituir a Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, y poner al frente de sus tropas a Élie Frédéric Forey, quien había participado en la Guerra de Crimea (1853-1856).
Junto con él llegó otro veterano: Françoise Achille Bazaine (o Aquiles Bazaine), cuyas acciones fueron determinantes para la capitulación final de Puebla: propició la derrota de Ignacio Comonfort en San Lorenzo el 8 de mayo de 1863, la cual condicionó en buena medida la rendición de Jesús González Ortega, después de más de sesenta días de asedio. Su paso por México sería recordado, además, por su severidad con el enemigo, su lejanía en el trato con Maximiliano de Habsburgo y su boda con una señorita mexicana de diecisiete años, conocida como Pepita Peña.
Esta publicación es un fragmento del artículo “El mariscal Bazaine” del autor Alfonso Milán y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 91