¿Y dónde quedó el tololoche?

Un instrumento musical que hizo historia
Ricardo Lugo Viñas

El gran cronista y compositor musical Chava Flores, que cantó y narró a través de sus composiciones la vida cotidiana citadina entre la vecindad, el metro, la comida típica o las celebraciones populares, dedicó una canción a un instrumento musical muy mexicano: el tololoche. Hecho de madera y cuerdas difícilmente se carga debido a su robustez y es parecido a un contrabajo europeo, era esencial, a la par que el buen trago y la comida, en toda cantina –sobre todo si era norteña– que se jactara de su excelencia.

 

Misterioso es el origen de este instrumento de cuerdas percutidas o rasgadas –que se chicotean o pizzicatean para producir su sonido–, el cual se encuentra en la escala musical de los sonidos más bajos. Y aunque mucho se parece al contrabajo de estilo europeo, su ejecución no tiene parangón: “Se toca colocado entre las piernas, no de frente como el violonchelo, sino ligeramente ladeado, un poco recargado en el pecho y con una pata inferior muy corta, para ponerlo sobre el piso”, refiere el musicólogo y compositor Gabriel Pareyón. Tampoco se usa el arco para frotar sus cuatro cuerdas –como sí se hace con el contrabajo–, sino las manos.

 

Cabe decir que durante el siglo XX la llamada música norteña comenzó a permear los gustos musicales de casi todo el país y se podía escuchar en cualquier espacio destinado a la celebración y el gozo, antes de que en el último cuarto del siglo creciera el gusto por la banda sinaloense. En las agrupaciones de este tipo, que es donde quizá el tololoche mayor auge tuvo, se le suele hacer bailar al estilo de la polca; también se le golpea la caja para acompañar a la percusión y en ocasiones el ejecutante lo monta, siempre al ritmo de la música.

 

¿De Yucatán?

 

Se ha dicho que la palabra tololoche puede provenir del vocablo náhuatl tololóntic o tolóntic, que significa en su traducción literal “cosa redonda o esférica”.

 

Pero el musicólogo Jesús C. Romero ha afirmado en su libro Historia de la música en Yucatán que esta voz deriva más bien del maya mek’loch, que significa “lo que se abraza”; e incluso va más allá al afirmar que el instrumento se creó en la península yucateca, que fue ideado y fabricado por el músico Juan Tolvaños alrededor de 1885, y que posteriormente en todo el país se utilizaría la palabra tololoche para nombrar a cualquier artefacto que se pareciera a un contrabajo europeo.

 

Aunque es cierto que en la música yucateca existía este instrumento creado posiblemente por Tolvaños, quien era ciego de nacimiento, se trataba de uno más pequeño que el tololoche actual, parecido más a un hibrido entre un violonchelo y un guitarrón. De hecho, hoy a este se le suele denominar “tololoche yucateco” y en la península se le llama también, popularmente, “toroloche”. Por otra parte, el empleo del tololoche en la música tradicional yucateca cayó muy pronto en desuso y se optó más bien por el violonchelo estilo europeo, pues este, refiere Romero, “tiene además la cualidad de cantar”, por el uso del arco que puede ligar notas entre sí.

 

En la historia de la música podemos encontrar otros muchos instrumentos parecidos al contrabajo europeo construidos en América de manera artesanal, tal como ha sucedido con las vihuelas, violines, jaranas y guitarras –por solo poner algunos ejemplos–, en sus versiones de construcción y ejecución dentro de distintos géneros musicales. En el caso de México, tenemos los utilizados en géneros como los sones huasteco y jarocho, o la propia trova yucateca.

 

Aunque fueron varios los que adoptaron al tololoche como parte de sus agrupaciones, como las orquestas típicas, fue en la música norteña donde este instrumento brilló con luz propia. La dotación clásica de este género es la del cuarteto, conformado por un acordeón, un bajo sexto (parecido a la guitarra), una tarola o redova (que es una cajita de madera que se percute con una baqueta) y un tololoche, aunque a veces puede tener su versión más económica, convertido en trío al suprimir la redova y la tarola.

 

El tololoche tiene a todas luces un origen plenamente europeo, pero en nuestro país se adecuó, tornó y modificó, mediante un proceso histórico e intercultural, a las necesidades, materiales, antiguas y nuevas influencias sonoras, y a la manera de entender la música en cada región, tal como ha sucedido con artefactos, costumbres y culturas a lo largo de nuestra historia.

 

Construido por lauderos de forma artesanal, este instrumento generalmente está confeccionado con madera de tacote y cedro; es más pequeño que un contrabajo, pero más grande que un violonchelo, y es común confundirlo con el “guitarrón”, que aún en la actualidad forma parte de muchos grupos de mariachi.

 

¡Arriba el norte!

 

Hablar, pues, del tololoche es hablar de la música norteña. Aquella que hoy conocemos, como la redova y las polcas, tiene su origen en los diversos conflictos políticos y militares entre México y Estados Unidos durante el siglo XIX, particularmente en el periodo que comprende el conflicto de la separación de Texas del territorio nacional (1835-1836), la guerra de invasión estadounidense (1846-1848), y más tarde la Guerra de Secesión en aquel país (1861-1865). Durante ese intervalo temporal muchas personas de la nación vecina migraron a territorio nacional, y algunos ya no volvieron a su país después de las pugnas armadas.

 

A partir de ello surgieron muchos intercambios interculturales, y en la música los jarabes y canciones nacionales recibieron una fuerte influencia de las culturas anglosajonas, sobre todo de aquellas de origen celta. Así lo refiere el investigador Gabriel Pareyón:

 

“Al estallar la Guerra de Secesión estadounidense, emigraron a México nuevos colonos procedentes del norte, que tomaron las canciones y jarabes mexicanos inspirados en la tradición española, adaptándolos y confundiéndolos con sus propios bailes y canciones. Los habitantes de origen irlandés, católicos, se mezclaron con la población local y contribuyeron al uso regular del violín en algunos estilos musicales de los estados de Chihuahua, Coahuila y Texas, donde, en ciertos casos perduran giros melódicos de aire celta, ejecutados por ese instrumento. Los inmigrantes de cultura anglosajona, protestantes, fueron en su mayoría inmigrantes provisionales que al término de la guerra regresaron a Estados Unidos o en todo caso permanecieron en el norte de México sin mezclarse. En el instrumental antiguo se conservaron diversos tipos de guitarra, pero tomó importancia el bajo sexto [más robusta que la actual guitarra clásica] con cuerdas de metal, que en el último tercio del siglo XIX perfeccionó su versatilidad para tocar pasajes punteados y de rasgueo, o sea, de canto y de acompañamiento, respectivamente.”

 

También provenientes de Estados Unidos, arribaron algunos migrantes prusianos que venían huyendo de los conflictos en su nación o buscando fortuna en los negocios. Muchos se establecieron en el territorio fronterizo del norte de México y fue por influencia de dicho imperio alemán y la relación entre culturas que la música norteña adoptó el acordeón diatónico (con solo una hilera de botones). Igualmente de ellos heredó las danzas con las que se hace acompañar, como la polca o la redova.

 

Pareyón nuevamente nos arroja una luz sobre las influencias de la música norteña, esta vez de Oriente: “La redova o caja china, elemento rítmico que juega con el típico zapateado del baile norteño, procede de la inmigración china recibida en el norte de México durante el Porfiriato, que fue esclavizada para servir en tareas del campo y en la minería. De hecho, la redova es representativa del conjunto instrumental chino y se ha difundido en el mundo con el nombre en inglés de China Wood Block, manufacturado en distintos tamaños y características de afinación. Por mucho tiempo la redova fue el único instrumento percusivo en esta música, antes de la incorporación de la tarola o la batería completa, después de 1950. El nombre de redova que se le aplica aquí es desde luego incorrecto y se debe a que empezó a tocarse en las piezas de baile llamadas redova y que son de origen prusiano”.

 

¿Adiós al tololoche?

 

De este modo, desde principios del siglo XX, los cuatro elementos musicales de la dotación de las agrupaciones de música norteña estaban resueltos y listos para tocar; a saber: el acordeón (que lleva la melodía), bajo sexto (el acompañamiento), redova o tarola (las percusiones) y tololoche (el ritmo). La dotación del cuarteto, al igual que los orígenes de la música de cámara europea, resultó ideal por su tamaño para casi cualquier ocasión de celebración musical, pues evitaban los vericuetos logísticos y hasta monetarios que implica una orquesta mayor. De esta forma, la música norteña podía tocar a la menor provocación en casi cualquier espacio y lugar. Y así lo hizo a lo largo de prácticamente todo el país durante la pasada centuria.

 

Entre 1960 y 1980, el tololoche comenzó a ser reemplazado en la música norteña por el bajo eléctrico. Bandas como Los Tigres del Norte o Los Cadetes de Linares dan muestra de ello. Por eso hoy este instrumento es prácticamente una reliquia, un rescoldo de tiempos pasados. Y acaso, si se tiene suerte, podemos toparnos en el rincón de una cantina con algún anacrónico conjunto de música norteña que “con trabajo” trae a cuestas algún tololoche y lo hace “chicotear” o “bajíar” –como en algunas comunidades rurales del país se le llama a los solos ejecutados con este instrumento– plácida y rítmicamente.

 

 

En esta publicación se obsequia completo el artículo "¿Y dónde quedó el tololoche?" del autor Ricardo Lugo Viñas, que apareció en Relatos e Historias en México número 107