XEB

Los inicios de la primera voz radiofónica en México
Pablo Dueñas

La B Grande de México es la estación de radio más antigua del país: lleva 91 años ininterrumpidos al aire. Presentamos una remembranza de lo que sucedió en septiembre de 1923, cuando inició labores con las nominales CYB. Y es que como dice el poeta español Antonio Machado: “Y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.”

 

A partir de 1923, ya superada la etapa de la radio experimental en México, dio inicio la radiodifusión profesional con el montaje de emisoras financiadas por diversas empresas. Como punto de partida de este proceso, el 16 de junio de 1923 se inauguró la Primera Feria Internacional de la Radio, promovida por la Liga Central Mexicana de Radio, la cual estaba integrada por radioexperimentadores que desde años atrás se dedicaban al montaje de emisoras de fabricación casera. Tal evento tenía el objetivo de mostrar al público los beneficios de una industria que prometía gran futuro.

De manera simultánea, la agencia de radios Garage Alameda lanzó una marca de refrescos con el nombre “Radio” y la Compañía Cigarrera de El Buen Tono creó una línea de cigarrillos con el mismo título. A esas alturas, ambas empresas se encontraban montando sus respectivas estaciones de radiotelefonía.

En esta labor intervino el empresario Raúl Azcárraga Vidaurreta (hermano de Emilio), quien se dedicó a importar de Estados Unidos varios equipos de transmisión y recepción, y en abril de 1923 puso al aire la primera radioemisora comercial mexicana: la Estación Central de Radiodifusión del Garage Alameda, que transmitió desde una antigua casona de la avenida Juárez, en la ciudad de México. Meses después cambió su nombre por Emisora de El Universal Ilustrado y la Casa del Radio, con las nominales CYL.

Al mismo tiempo, Azcárraga propuso a El Buen Tono financiar una radiodifusora que publicitara sus productos. Cabe decir que, desde su fundación en 1884, esta compañía cigarrera se distinguió por anunciarse a través de métodos poco convencionales: en un aeroplano, un dirigible, una historieta cómica (arte del cual fue pionera), en el cine y finalmente en la radiodifusión, cuando ésta se encontraba en pañales.

Respecto a la propuesta, Raúl Azcárraga, en una entrevista hecha por el historiador Felipe Gálvez Cansino en 1971, así lo menciona:

El señor ingeniero José J. Reynoso, político guanajuatense y gerente, por aquellos días, de El Buen Tono, S. A., conoció la radiotelefonía gracias a mí. […] Le sugerí que instalara una planta de radio en el edificio de su empresa, [para] divulgar los productos de su fábrica y premiar a sus clientes con aparatos de radio de los que yo vendía. Le dije incluso que no estaría mal ofrecer un receptor de radio –costaban entre 25 y 100 pesos– como obsequio a cambio de dar al Buen Tono, S. A., un determinado número de cajetillas vacías de cigarrillos de “El Número 12”. Esta era la marca de los pitillos que le propuse para promover sus ventas y su estación. Él vendería unos cigarrillos. Yo más receptores de radio. A Reynoso le interesó mi proposición y me respondió así: “Oiga, Raulito, me parece buena la idea”. Fue así como yo traje a México las plantas de la CYL y la de la CYB, [que] varias veces fue cerrada. […] El último que me la cerró fue el jefe de armas de la Guarnición de la Plaza, Arnulfo R. Gómez. Este militar sostuvo que a través de sus micrófonos yo enviaba información a sus amigos, y me la clausuró.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo "XEB" de Pablo Dueñas y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 73