Eran los años en que el box estaba en el corazón de los escenarios deportivos en México y el mundo. Los cambios estaban a la orden del día y muy pronto se vivirían momentos en los que la juventud se apoderaría del primer plano de la historia. Pero la vida continuaba y la supremacía del deporte de los puños había convertido las arenas de México, Los Ángeles, Manila, Tokio, Nueva York, por mencionar las más connotadas, en catedrales del espectáculo que atraía la atención de millones de personas.
Fue precisamente para una pelea de Vicente Saldívar que se contrataron los sevicios del satélite Pájaro Madrugador con el fin de transmitir la señal de la pelea que sostuvo con Howard Winstone, en 1965. Como colofón de esos días hay que decir que durante las Olimpiadas de 1968, celebradas en el mes que no se olvida, México obtuvo dos medallas doradas, demostrando así la gran tradición boxística del país.
Siguiendo el rumbo de boxeadores hitsóricos, como el Chango Carmona, Kid Azteca, Ratón Macías, Toluco López y muchos otros, apareció en el ring Vicente Saldívar, un peleador caracterizado por su extraordinario estilo, dotado de puños de oro y una izquierda privilegiada con efectos de cloroformo. Poseedor de un récord extraordinario, vencedor en 37 de sus 40 peleas profesionales, Saldívar dejó una huella imborrable en el boxeo mexicano aun cuando le fue imposible ganarse un lugar en el corazón de los fanáticos y ni siquiera los más expertos en estos asuntos han podido dilucidar por qué nunca fue considerado un ídolo de las multitudes.
Saldívar debutó como profesional en 1961 y un 26 de septiembre de 1964 obtuvo el campeonato mundial pluma, venciendo en doce asaltos al famoso boxeador Ultiminio Ramos, en un encuentro de alarido celebrado en el toreo de Cuatro Caminos.
Boxeador de decisiones inesperadas anunció su retiro después de noquear a su oponente Howard Winstone en el Estadio Azteca el 14 de octubre de 1967, tomando por sorpresa a toda la afición. Nuevamente sorprende a sus seguidores cuando regresa a los cuadriláteros y vence al cubano José Legrá el 17 de noviembre de 1969 en una pelea celebrada en Los Ángeles, California. Disputa nuevamente el cetro mundial y lo conquista al ganarle por puntos en la capital italiana a Johnny Famechon el 9 de mayo de 1970. Saldívar vivía sus últimos días de gloria, muy pronto el 11 de diciembre de ese mismo año caería en el décimo segundo asalto frente al japonés Kuniaki Shibata en una pelea realizada en Tijuana, Baja California. Su retiro definitivo se anunció después de perder contra el brasileño Eden Jofre el 29 de noviembre de 1973.
Vicente Saldívar se fue inesperadamente cuando apenas había cumplido 42 años, su vida se desenvolvió en el difícil mundo del boxeo profesional donde los hombres ganan y pierden batallas arriba y abajo del ring, y en donde se expresa abiertamente uno de los dramas de nuestra época: la lucha por la supervivencia en un mundo plagado de contradicciones.
El artículo "Vicente Saldívar, en el centro de la contradicción" del autor Jaime Bali Wuest se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 12.