El poema La suave Patria de Ramón López Velarde fue visto como una obra emblemática para proyectar el nacionalismo impulsado desde el gobierno.
Por parte del gobierno también hubo apropiaciones ideológicas con el fin de alimentar este mexicanismo en ciernes y su discurso legitimador. Por un lado, se adueñó de la figura de Emiliano Zapata y todas sus representaciones. Por otro, diseñó una política de amor inconmensurable a la patria; se ha afirmado ello a partir de la publicación de La suave Patria en la revista El Maestro, de la Secretaría de Educación Pública, en junio de 1921. Así, la administración obregonista convirtió aquella pieza literaria en su texto de batalla y a su creador, López Velarde, fallecido en ese mismo mes, en su principal soldado promotor. Hizo de esta obra un “segundo himno nacional”. José Emilio Pacheco señalaba, en aquel 2001: “Ochenta años de su muerte y de su poema célebre. ¿Por qué no esperamos a los cien? Quizá por la certeza de que en 2021 ya no estaremos aquí o por el miedo de que para entonces ya no habrá ni libros ni poesía”.
En ese tenor, la historiografía literaria ha coincidido en que López Velarde escribió esta obra con motivo de la celebración del centenario de la consumación de la Independencia. No existe prueba documental alguna que lo afirme. Sin embargo, rumores e indicios apuntan a considerar la apropiación de aquel discurso poético con tintes patrios para tales efectos. El escritor zacatecano ya había dado muestras de ese “interés” al publicar dos meses antes, en el número uno de El Maestro, la pieza literaria Novedad de la patria, en la que realizaba una lectura íntima de esta y exaltaba los orígenes mexicanistas, contraviniendo las modas extranjeras y sobreponiendo los valores y tradiciones sobre la mirada necia al exterior, la cual, a lo largo de la historia, había fomentado la hecatombe de lo que realmente definía al mexicano.
Juan de Dios Bojórquez, uno de los biógrafos clásicos del general Obregón, señala en el prólogo “En recuerdo. Mis encuentros con el buen Ramón”, del libro El son del corazón. Poemas de Ramón López Velarde (1932), que, al enterarse de la muerte repentina del poeta, visitó al presidente y, al acompañarlo durante una caminata matutina, le comentó: “Ha muerto un gran poeta, y le conté de Ramón, y le recité susversos, que impresionaron al poeta que existía en Obregón”.
El propio Bojórquez cuenta que José Vasconcelos, el primer secretario de Educación Pública, al ir a pedir al presidente que el gobierno se hiciera cargo de los gastos funerarios del poeta, el caudillo le recitó de memoria La suave Patria, lo que sorprendió y maravilló al llamado Maestro de América, sobre todo al enterarse de que Obregón ni siquiera conocía a su autor, y mucho menos su obra.
Pero el presidente había quedado prendado por la narrativa patria del poema y entonces decidió que aquel debía ser “el tono discursivo de su gobierno”. Desde entonces se señala ese momento como el origen de la política nacionalista posrevolucionaria, misma que el Estado urgía para su legitimación.
Así, La suave Patria se convertía en la “hija adoptiva” de un discurso gobiernista apenas en formación, el cual apelaba al pueblo, a su historia y sus raíces para darle cauce y sentido a una masa hambrienta y miserable que, a pesar de todo, aún conservaba la esperanza en un gobierno “revolucionario” que le había prometido “la clave de su dicha”, “fiel a su espejo diario”.
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Fiestas patrias y nacionalismo de Estado