Ricardo Flores Magón. En busca de otro tipo de Revolución

Javier Garciadiego

En tanto anarquista, Flores Magón reprobó la lucha electoral antirreeleccionista. Descalificó a Madero por ser “un millonario” y aseguró que su movimiento era solamente “político” y que buscaba “fundar una república burguesa”. Flores Magón despreciaba profundamente a los líderes de la Revolución, tanto a Madero y Carranza como a Pancho Villa, de quien dijo: “no lucha por el bienestar de los pobres sino para encumbrarse él”.

 

En efecto, desde principios de 1908, a partir de la aparición de la entrevista que Díaz había concedido al periodista James Creelman, la clase política mexicana y la sociedad civil se aprestaron a participar en las inéditas elecciones que tendrían lugar en 1910. En rigor, se trató de una disyuntiva auténtica, de una verdadera bifurcación: mientras que en el país los antirreeleccionistas y los reyistas hacían grandes movilizaciones electorales, desde Estados Unidos el grupo minoritario de los magonistas llamaba a unos inciertos alzamientos armados.

Es indiscutible que las críticas de Flores Magón y de los otros liberales antiporfiristas habían servido para la repolitización de la sociedad mexicana a finales del Porfiriato. Sin embargo, es igualmente indiscutible que, en tanto anarquista, Ricardo reprobó la lucha electoral antirreeleccionista: además de descalificar a Francisco I. Madero por ser “un millonario”, aseguró que su movimiento era solamente “político”, que buscaba “hacer efectivo el derecho de votar y fundar, en suma, una república burguesa”. O sea, Flores Magón fue más bien crítico que precursor de la lucha maderista. Obviamente, “crítico” no es sinónimo de enemigo. En rigor, deseaba una revolución con otra directriz ideológica, mucho más radical, con otro tipo de líderes y con mayor participación obrera. En síntesis, una revolución anarquista, diametralmente distinta a lo que era nuestra Revolución.

Aun así, a finales de 1915 y principios de 1916 Flores Magón escribió una serie de nueve artículos titulados genéricamente “¡Alto ahí!”, para desmentir a los españoles anarquistas radicados en Boston, y organizados en el “Grupo Fraternidad”, obviamente críticos de la Revolución, pero también del grupo magonista de Los Ángeles. La postura del líder anarquista mexicano fue clarísima:

“La revolución mexicana es una revolución social desde el momento que la caracteriza una aspiración general, común a los combatientes de todas las facciones: una repartición más justa de la riqueza social, para la elevación del proletariado, y la expropiación de la tierra de las pocas manos que la acaparan, para que pase a poder del que quiera cultivarla.”

En esa polémica Flores Magón fue muy claro: “el movimiento mexicano es una verdadera revolución social, un movimiento generoso que lleva en sí el germen de inmensas posibilidades para el progreso humano”, pues el pueblo mexicano “tiene aspiraciones de emancipación colectiva”.

No hay que confundirse: este alegato en defensa de la Revolución mexicana tenía un objetivo coyuntural y polémico. Además, se refiere a ella en términos genéricos, sin referirse a líderes y planes o programas, a todos los cuales rechazaba agriamente. Un ejemplo: defensores a ultranza apenas diez años antes de la Constitución de 1857, luego la rechazaron porque solo garantizaba la libertad política, la que, para ser efectiva, requería también de la “libertad económica”.

Insisto: ¿fue Flores Magón un precursor de la Revolución mexicana? No lo fue de la Revolución consagrada en nuestra historiografía y en el discurso político público. Él invocaba otro tipo de Revolución, una que destruyera al Estado, la propiedad privada y la religión, pero despreció profundamente la lucha iniciada por Madero en 1910. Lo dijo con meridiana claridad: “Si queréis ser libres de veras, agrupaos bajo las banderas libertarias del Partido Liberal; pero si queréis solamente daros el extraño placer de derramar sangre y derramar la vuestra jugando a los soldados, agrupaos bajo los antirreeleccionistas”. Para Flores Magón, con esta lucha solo se lograría “cambiar el viejo Presidente por otro flamante, acabadito de hacer”.

Más aún, Flores Magón fue un pertinaz crítico de todos los líderes, grupos, propuestas y gobiernos del decenio armado. Siempre en un lenguaje hiperbólico y maniqueo, profundamente despectivo hacia quienes pensaran diferente y siempre autoelogioso de él y de sus pocos simpatizantes, aseguró:

“Basta de comedias, hermanos proletarios. ¡Basta de farsas! Matad a Huerta, a Carranza, a Villa, a todo aquel que os hable de patria, de ley, de gobierno paternal, y aprovechad los fusiles que tenéis en las manos para arrebatar todo al rico, la tierra, las casas, los ferrocarriles, haciendo de todo ello propiedad común para que lo aprovechen por igual los hombres y las mujeres.”

Resulta paradójico que si bien apreció, aunque con reservas, a Zapata, a Villa, de claros orígenes populares e incluso muy crítico de Estados Unidos, lo haya tratado con tanto desprecio. Comprensiblemente, con Venustiano Carranza fue notablemente severo, como lo prueba su afirmación: “Carranza es otro Díaz, otro lacayo de la Casa Blanca, con la que está de acuerdo para subyugar al proletariado mexicano y entregarlo atado de pies y manos a la rapiña de la clase capitalista, extranjera y nacional”.

 

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Ricardo Flores Magón ¿Precursor o crítico de la Revolución Mexicana?