¿Cuántas calles tendrá la Ciudad de México? ¿Cientos, miles quizá? De todas ellas el Paseo de la Reforma es, sin duda alguna, la avenida más hermosa de la urbe, y un ejemplo extraordinario donde se reflejan las tendencias urbanísticas europeas del siglo XIX. En la actualidad, esta vía sigue mostrando una parte del legado histórico de la capital del país y su dinámico y vanguardista presente.
La Historia nos enseñó que Maximiliano de Habsburgo, segundo emperador de México, ordenó trazar un camino más corto que le permitiera llegar desde su residencia en el Castillo de Chapultepec hasta el monumento ecuestre de Carlos IV y de ahí seguir rumbo a Palacio.
Lo que se guardó fue que Maximiliano traía consigo varias experiencias urbanísticas, como la creación de plazas, la remodelación de palacios, amén de ser admirador del barón Georges Eugène Haussmann, regente de París y destacado urbanista, quien transformó la Ciudad Luz. Con tales conocimientos, Maximiliano debió haber visualizado inmediatamente un paseo imperial que tuviera como polos extremos la estatua ecuestre y el cerro de Chapultepec con su castillo en lo alto, creando así una imponente perspectiva del majestuoso bosque. En 1866 ya se podía ver terminada la primera sección; no obstante, el proyecto fue interrumpido por el fusilamiento de Maximiliano al año siguiente. Al triunfo de la República (1867), el gobierno liberal decidió llamar oficialmente a la calzada como Paseo de la Reforma. Siguiendo los conceptos urbanísticos europeos de esa época, le fueron colocados notables monumentos comenzando por el de Cristóbal Colón (1877), Cuauhtémoc (1887), una serie de esculturas en bronce de los personajes más ilustres de la historia patria y el monumento a la Independencia, inaugurado el 16 de septiembre de 1910, que se convertiría en el símbolo de la capital. En ese tiempo, se construyeron en su colindancia señoriales mansiones de estilo europeo, precedidas por vistosos jardines y aromáticas flores, que hacían más ameno el recorrido por el paseo enmarcado por robustos y frondosos árboles, aspectos apreciados en detalle gracias al parsimonioso andar de los carruajes, cabalgaduras y automóviles, o bien al recorrerlo a pie.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Reforma” del autor Edgar Tavares López y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 16.