A pesar de ser la figura central de la consumación de la Independencia en 1821, el gobierno omitió a Agustín de Iturbide de los festejos del centenario. En cambio, homenajeó a Guerrero, Hidalgo, Allende y Morelos.
La conmemoración del centenario de la consumación de la Independencia resultó una veta riquísima para divulgar un proceso de consolidación política a través de diversos rituales patrióticos, memoria pública, artes de gobernar y participación popular en la conformación de una legitimidad forzada, atravesando por los mares de la cultura y la identidad nacional, y con ello justificar su ascendencia al poder por vía de las armas, como lo afirmó José Emilio Pacheco.
Como ejemplo de esta búsqueda nacionalista, el historiador Ricardo Pérez Montfort señala que el “mole, el pulque y la tortilla” fueron identificados y reconocidos “oficialmente” como los platillos típicos del “pueblo mexicano”. El presidente ordenó que los banquetes oficiales de las celebraciones consistieran en sopa de tortilla, arroz a la mexicana y mole poblano, “como un homenaje a la comida del pueblo”. Daniel Cosío Villegas afirmó en el mismo sentido: “De la noche a la mañana, como se produce una aparición milagrosa, se pusieron de moda los bailes y las canciones nacionales, así como todas las artesanías. En suma, México había descubierto a su país y creía en él”. Se iniciaba así una de las etapas más significativas del nacionalismo mexicano.
El historiador Pedro Castro señala que en el programa de la celebración abundaron las ceremonias, bailes, recepciones, banquetes, cenas, inauguraciones, desfiles militares, conciertos, congresos, kermeses, funciones de teatro, presentaciones de zarzuela y ópera, funciones populares de cine, carpas, corridas de toros, verbenas, fiestas charras, jaripeos, concursos de chinas y charros, de poesía, de himnos, de cantadores y bailes regionales, de edificios decorados, justas deportivas, visitas a sitios arqueológicos, exhibiciones de aeroplanos, bailes folclóricos, entre muchas actividades más. Destaca significativamente para la memoria y la historia que la mayoría de estos eventos quedaron registrados en imágenes fijas y cinematográficas.
Dentro de todos aquellos eventos festivos y populares, se llevaron a cabo: el concurso de la India Bonita, en el que se buscaba una indígena que identificara a la mujer mexicana; el desfile militar del 27 de septiembre, en el que se intentó emular la entrada del Ejército Trigarante, encabezado por Agustín de Iturbide cien años antes; la Exposición de Arte Popular, organizada por los artistas plásticos Gerardo Murillo (Dr. Atl), Roberto Montenegro y Jorge Enciso; la corrida de toros en la que participó el más grande torero de aquella época, Rodolfo Gaona; “La Noche Mexicana”, una fiesta multitudinaria celebrada en el bosque de Chapultepec, con escenarios creados por Adolfo Best Maugard y en la que actuaron, para disfrute popular, la Orquesta Típica de Miguel Lerdo de Tejada y la bailarina Anna Pavlova; juegos florales de literatura y poesía, en los que concursaron personajes de la talla de Jaime Torres Bodet y Valle-Inclán; la valla monumental de niñosque, ataviados como indios y chinas y con bandera de papel en mano, franquearon el paso de la comitiva presidencial desde Palacio Nacional hasta la Columna de la Independencia; la visita a Teotihuacan organizada para el cuerpo diplomático, en la que se contó con el arqueólogo Manuel Gamio como guía; entre otros muchos acontecimientos.
Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #155 impresa o digital:
Recomendaciones del editor:
Si desea saber más sobre el periodo posrevolucionario, dé clic en nuestra sección “Álvaro Obregón”.
Fiestas patrias y nacionalismo de Estado