“De alta estatura, larga barba negra, sus anteojos colocados en una nariz respetable, y su fisonomía huesosa”, Mariano Escobedo era la viva imagen de “un judío de la Edad Media encerrado en su gabinete”, según escribió Albert Hans, oficial francés al servicio de Maximiliano, durante la Segunda Intervención francesa
Nació el 16 de enero de 1826 en la misión de San Pablo de los Labradores, actual municipio de Galeana, en Nuevo León. En el siglo XIX, la vida en la frontera del norte no era sencilla. La lejanía del resto del territorio y las duras condiciones de clima se sumaban al problema de las incursiones de los indios bárbaros que acababan con la tranquilidad de las familias. En esas circunstancias vivió sus primeros años, que sin duda le forjaron el carácter para la carrera de las armas.
La invasión estadounidense sería su bautizo de fuego. Con veinte años de edad, participó en las batallas de septiembre de 1846 en Monterrey contra el general Zachary Taylor, y de ahí partió con las Guardias Nacionales a Coahuila para enfrentarlo en la también memorable batalla de La Angostura, de febrero de 1847. En el teatro de la guerra los caminos se cruzan y en esa ocasión combatió en la fuerza dirigida por el general Santa Anna, a quien saldría a combatir pocos años después.
Al término de la guerra, regresó a su tierra con la intención de retomar su vida; sin embargo, la experiencia vivida en el campo de batalla lo capacitó para combatir a los indios seminómadas en el norte con las Guardias Nacionales. Luego, en 1854, se unió al ejército republicano en la lucha por la afirmación constitucional.
Juárez tuvo en la figura de Escobedo al hombre y al militar de toda su confianza, ya que no ambicionaba el poder político. Durante la Guerra de los Tres Años y cuando la Segunda Intervención francesa, Escobedo destacó por ser un gran organizador en el combate. Por ello, Juárez no dudó en entregarle el mando del Ejército de Operaciones, cargo que añadió al que ya tenía como general en jefe del Ejército del Norte.
Al finalizar la guerra contra el imperio de Maximiliano (con la toma de Querétaro, dirigida por él), solicitó la separación del servicio militar para dedicarse a su familia y a las actividades campestres. No obstante, fue nombrado jefe de la 3ª División del Ejército, cuya función principal fue defender las instituciones republicanas. Así lo hizo hasta bien entrada la década de los setenta.
Las disputas políticas en las postrimerías de aquel siglo le trajeron importantes desavenencias con quienes habían sido sus compañeros de armas, quienes al tomar partido por Porfirio Díaz se convirtieron en sus enemigos políticos. Pasó los últimos años de su vida en una casa en Tacubaya, donde vivía con su familia. Finalmente, la madrugada del 22 de mayo de 1902 dejó de existir el arriero de Galeana que hizo caer a un imperio.
Recomendamos la semblanza de Escobedo escrita por la historiadora Celeste Bernal González, en el número 67 (marzo de 2014) de nuestra revista.