Oh, Dios mío, imprime sobre mí tus marcas, y haz que en lo restante de mi vida quede yo adornada de tus estigmas divinos, como de las piedras más preciosas. María Teresa de la Santísima Trinidad.
Las biografías de monjas son una buena fuente para acercanos a la realidad conventual de Nueva España: en cada escrito o carta se descubren los aspectos personales y cotidianos de sus vidas dentro de los claustros, además de que los relatos eran un ejemplo a seguir para las hermanas de la comunidad religiosa.
La experiencia de disfrutar este tipo de documentos se hace aún más placentera cuando se localizan objetos o pinturas relativos a sus vidas. Tal es el caso de María Teresa de Aycinena Piñol, monja carmelita cuya historia sin duda causó polémica entre las órdenes religiosas de la Nueva España a principios del siglo XIX.
La familia
María Teresa nace el 15 de abril de 1784 en la capitanía general de Guatemala. Su padre don Juan Fermín de Aycinena (1729-1796), regidor de la ciudad, obtuvo el título de marqués por el rey Carlos III en 1785 y se casó en terceras nupcias con doña María Micaela Piñol y Muñoz (1761-1820). La familia se dedicó al negocio de la exportación e importación de productos, por lo que estaba en comunicación constante con la Ciudad de México, Oaxaca, Acapulco, Veracruz, España y Centroamérica.
Su hermano Mariano de Aycinena (1789-1855) también fue un personaje destacado dentro del gobierno, pues ocupó el gobierno de Guatemala de 1827 a 1829. Su administración no logró el reconocimiento de la población debido a que apoyaba en gran medida a la Iglesia y durante su periodo restableció los diezmos, entregó nuevos dominios territoriales a las órdenes religiosas, quemó libros, persiguió, encarceló y fusiló a todos aquellos que no estuvieran de acuerdo con sus ideas. Por ello, entre sus opositores se encontraba el general Francisco Morazán, quien intentó llevar a cabo una revolución democrática para los países que conformaban la República Federal de Centroamérica: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
María Teresa también llegó a obtener gran fama dentro de la sociedad guatemalteca. La intención de su familia era orientarla hacia la vida religiosa, por lo que desde muy pequeña fue educada en el convento carmelita de la ciudad por dos de sus tías, la madre María Micaela de Santa Teresa Ana y María Delfina de los Ángeles. Cuando creció renunció a sus bienes, tomó el hábito el 21 de noviembre de 1807 y profesó el 24 de noviembre de 1808 con el nombre de María Teresa de la Santísima Trinidad. Su ejemplo de conducta y devoción la llevó a obtener el título de “Reverenda Madre”.
Monja mística
La fama de esta religiosa se debió a que en la Semana Santa de 1816 empezó a padecer unos arrebatos místicos que le producían llagas en pies y manos, así como en el costado y la espalda.
Estos hechos están registrados en las cartas de relación escritas por el confesor de la monja, fray Anselmo Ortiz, quien relata que el primer viernes de cada mes le sangraban las heridas y tenía que permanecer acostada, además cuando sufría los raptos místicos se reflejaba en su rostro la faz de Cristo. Las últimas palabras que lograba decir eran: Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu, y en ese momento su cuerpo se elevaba y se colocaba en forma de cruz. Poco a poco se recuperaba y quedaba dormida en su tabla. Cuando despertaba, las monjas del convento atendían sus heridas y escondían sus manos detrás del escapulario del hábito para dejarla descansar.
Fray Anselmo se hacía acompañar por varios religiosos para dar fe de lo que sucedía. Cuenta que en una ocasión era tal el sufrimiento de su rostro que él mismo tuvo que decirle: María Teresa, levántate que ya no es tiempo de dormir, sino de velar, y en ese momento volvió a la normalidad. Al sufrir estos síntomas también le aparecía en la mano un anillo que era de diferentes materiales, como piedra, coral o diamante, según lo describe el confesor.
Ante la duda de tan increíble suceso le practicaron varios exámenes médicos, los cuales quedaron registrados en el Archivo Histórico de la Provincia de San Alberto de los Carmelitas Descalzos en México.
En Guatemala también existen varios documentos que dan testimonio de lo sucedido durante esos años. Como prueba se enviaron a diferentes lugares de la Nueva España unos paños y lienzos de papel en los que se plasmaron corazones y cruces que, según se relata en las cartas, fueron pintados por ángeles. En la colección del Museo Soumaya se localiza el retrato de esta religiosa vestida con el hábito de la orden carmelita, realizado en alrededor de 1842 en Guatemala. Destacan los estigmas en las manos y una cartela que dice:
LA R. M.e MARIA TERESA DE LA SMA. TRINIDAD
Carmelita descalza del Conv.to de Guatemala.
Fueron sus Padres el Sor. Marques D.n Juan Fermín de Aycinena, y la Sra. Marquesa D.a Maria Micaela Piñol.
Nació el 15 de Abril de 1784. Tomó el habito el 21 de Noviembre de 1807. Profesó en 24 de Noviembre de 1808, y murió en 29 de Noviembre de 1841.
Este testimonio conventual es un ejemplo de la religiosidad y espiritualidad que se vivieron a principios del siglo XIX en la Nueva España. Sin duda, lanza una invitación a reinterpretar y conocer los misterios que guardan las paredes de los claustros y los escritos que forman parte de nuestra historia.
El artículo "María Teresa de la Santísima Trinidad" de la autora Monserrat Ugalde Bravo s epublicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 40.