El Rito Nacional Mexicano estableció una Constitución orgánica y un reglamento general, entre cuyos postulados destacaron: 1) Independencia total de los otros dos ritos; 2) Un Gran Oriente y una Gran Logia Nacional Mexicana; 3) Los tres primeros grados serían los mismos de la Masonería Universal: Aprendiz, Compañero y Maestro Masón. Y los altos grados serían seis más, que se denominarían: Maestro Aprobado, Maestro del Secreto, Caballero del Águila Mexicana, Artífice Perfecto, Gran Juez y Gran Inspector de la Orden; 4) Cinco logias regulares podrían establecer una Gran Logia en cualquier estado donde no existiera alguna; 5) Los objetivos de los masones del Rito Nacional Mexicano serían trabajar por el adelanto de la virtud y la elevación de la humanidad para la armonía y la verdadera fraternidad.
En 1833, cuando triunfa la facción conservadora y se proclaman las Bases Orgánicas, el Rito Nacional Mexicano establece acuerdos secretos, entre los que destacan la libertad de opinión; abolición de los privilegios del clero y la milicia; destrucción del monopolio de la Iglesia en la educación pública; creación de colonias en el territorio nacional que tuvieran como base el idioma, usos y costumbres mexicanos; que los niños fueran educados libres de las supersticiones y preocupaciones que la Iglesia católica les infunde.[1] Estas reformas fueron hechas públicas en una asamblea efectuada en 1833, siendo portavoz de ellas el presidente interino Valentín Gómez Farías.
Esta publicación es un fragmento del artículo “El poder de la Masonería” de la autora Elena Díaz Miranda y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 80.
[1] “Reformas propuestas por el Rito Nacional Mexicano por el Supremo Gran Oriente”, en Ignacio de la Peña, Apuntes históricos de la masonería mexicana, Col. Lafragua, Fondo Reservado, BNM, doc. 676.
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