Los gatos entre los mexicanos

Marco A. Villa

Es imposible nombrar aquí a todos aquellos que han marcado la infancia de generaciones de ciudadanos, pero intentaremos con algunos: el Gato Félix, de 1919, exhibido todavía dentro del cine mudo; los Aristogatos, cuya historia se ubica en París hacia 1910; Benito Bodoque, Demóstenes y demás integrantes de la pandilla de Don Gato, aparecidos en 1961...

 

Quienes dicen que los gatos son la mejor mascota que puede existir dentro de un hogar, ¡están equivocados! ¿O no? Las experiencias propias y ajenas parece que mantendrán la moneda en el aire por muchísimos años más. Lo innegable es que son, junto con los perros, los animales domésticos más recurridos dentro de los hogares ¡desde hace siglos! Si son unos más preferidos que otros, tendría que ser no solo cuestión de gustos, sino del acoplamiento y provecho de sus características naturales con los hábitos y rutinas de sus dueños.

En las historias relatadas por personas cercanas, esto último pasa por entender que desde tiempos inmemoriales los gatos han servido a las personas no solo como compañía, sino también para el control de plagas en sus obrajes, talleres, empresas o casas. Con las consabidas excepciones, los mininos parecen preferir más los espacios que a los humanos, de quienes solo se sirven, pero se mantienen relativamente alejados. En otras ocasiones, son las personas quienes van y vienen; sin embargo, hordas de ellos dan la impresión de permanecer inmóviles durante décadas, como en los famosos casos de Palacio Nacional o el Archivo General de la Nación.

También son territoriales y algunos de ellos pueden alterarse si tienen que compartir su hábitat, aunque después se acostumbran. Les gusta dormir en lugares oscuros y altos. Suelen disfrutar la rutina, haciendo lo mismo una y otra vez; si se las cambian, la pasan mal. Si quieres que jueguen, quizá haya que hacer mucho para ganar su atención. Les gusta estar cerca de los dueños y ser acariciados. Algunos aman jugar con agua, así que agradecerán una buena fuente. También maúllan para comunicar su estado de ánimo: hambre, amor, enfermedad y más. Se alejan a sitios oscuros porque se sienten mal.

Mucho podremos debatir en si son o no ciertos estos comportamientos… ¡y tal vez nunca nos pondríamos de acuerdo! Lo que es contundente es que buena parte de estas cualidades y características gatunas con las que los mexicanos han sabido coludirse se debe a la domesticación de siglos que se ha hecho de estos animales, pues al final, el principal objetivo de esta es el beneficio mutuo. Innegable es que por ello ambos se han transformado. En nuestro país, esto ha pasado desde antes de la llegada de los españoles y no desde que están ellos, como suele creerse. Cortés, en sus Cartas de relación, y Motolinía en uno de sus estudios, dieron noticia de su presencia, importancia y domesticación, sin importar que su aspecto no era como lo observamos hoy.

“Otros pueblos vi yo mismo que los moradores de ellos cada noche se acogían a dormir en lo alto, que ellos tienen sus casillas de paja armadas sobre cuatro pilares de palo, y en aquella concavidad que cubre la paja, se hace un desván o barbacoa cerrando por todas partes, y cada noche se subían ahí a dormir, y ahí meten consigo sus gallinas, perros y gatillos”, escribió el segundo en el siglo XVI. Por su parte, los gatos le han sacado provecho a la domesticación, por decirlo de alguna manera, incluso sobreviviendo a simbolismos, ritos y mitos que históricamente los ligan a prácticas consideradas malignas, como la magia negra.

Dando un salto hasta el siglo XX, podemos imaginar que la domesticación y gusto por estos animales también ha sido apuntalada desde la cultura del entretenimiento. Muchos gatos se han convertido en nuestros personajes favoritos de historietas, filmes, literatura, caricaturas y más. Es imposible nombrar aquí a todos aquellos que han marcado la infancia de generaciones de ciudadanos alrededor del mundo, pero intentaremos con algunos: el Gato Félix, de 1919, exhibido todavía dentro del cine mudo; los Aristogatos, cuya historia se ubica en París hacia 1910; Benito Bodoque, Demóstenes y demás integrantes de la pandilla de Don Gato, aparecidos en 1961; el perezoso Garfield, de 1978; Tom persiguiendo a Jerry, desde 1940; o Silvestre, el felino de la nariz roja que intenta ser el verdugo de Piolín y del ratón Speedy Gonzales.

Aunque apenas es una muestra entre todo el universo que puede darse en la relación entre los gatos y las personas, bien podemos darle cabida a aquella frase de Charles Dickens: “¿qué mayor regalo que el amor de un gato?”. Sin embargo, ¿será esto cierto? Sin duda, será siempre un eterno debate, sobre todo en el punto en el que tenemos que decidir si preferimos a los perros como compañeros para el hogar. Y de estos, en otra ocasión les contaré algo de su historia.

 

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