En 1792, durante la Revolución francesa, los parisinos derribaron la estatua de Luis XIV. Años después, en la misma plaza, Napoleón Bonaparte erigió la famosa columna dedicada a la grandeza de Francia (es decir, a él mismo). Pero durante la guerra civil de 1871, la Vendôme fue demolida por decisión del pueblo de París –que se había constituido en gobierno–, por ser un monumento a la fuerza bruta, la falsa gloria y el militarismo.
Entre las múltiples causas y recuerdos que estallaron en 1871 en Francia, se hallaba el prolongado abuso y el despotismo de la clase política instaurados después de las revoluciones de 1830 y 1848. Después de haber sofocado la Revolución de 1789, todos los gobiernos arrastraron al pueblo en sus guerras de agresión, y lo habían usado como carne de cañón en los sucesivos cambios de régimen por enfrentamientos entre diversas facciones de la clase política. Cómo olvidar los miles de muertos en las campañas de Napoleón por toda Europa, y que solamente en Rusia cobraron la vida de cientos de miles en 1812. Y de entre todas esas guerras, también la de México, promovida por el sobrino de su tío, el autodesignado Napoleón III, fue una llaga abierta en 1871.
En la revolución de 1848, Luis Bonaparte fue electo presidente de la Segunda República, al haber sabido acomodarse entre las facciones que luchaban contra el rey Luis Felipe. En 1851 quiso cambiar la Constitución para reelegirse, pero la Asamblea de diputados se lo negó. Preparó con cuidado el golpe de Estado para el 2 de diciembre de 1851, y así pudo aplastar, a sangre y fuego, la resistencia en las barricadas. Un año después, el 2 de diciembre de 1852, se erigió como emperador (Napoleón III). Tal fecha era simbólica para Francia, pues ese día, de 1804, su tío también se había proclamado emperador. Y en la misma fecha, de 1805, triunfó en Austerlitz. La Columna Vendôme fue alzada como un símbolo del vencedor en esa batalla.
Para legitimar su imperio, Luis Bonaparte promovió aventuras militares y anexiones territoriales. El repudio popular a su gobierno creció aún más después de su derrota en México en 1867, donde muchos franceses tuvieron que dar su vida para sostener al austriaco Maximiliano, contra quien habían combatido en 1859 para derrocar su virreinato de Lombardía-Véneto en apoyo a la unidad italiana, bajo el mando de los mismos generales que luego se embarcaron para cruzar el Atlántico –Lorencez, Bazaine y Forey– y sostenerlo contra el gobierno republicano de Benito Juárez.
La creciente pérdida de legitimidad llevó a Napoleón III, en julio de 1870, a declarar la guerra a Prusia, cuyo primer ministro, Otto von Bismarck, vio la posibilidad de crear un imperio alemán unificado si derrotaba a Francia.
El 2 de septiembre, el ejército galo, bajo el mando de Napoleón III y del mariscal Patrice de Mac Mahon, fue aplastado en Sedán, en el noreste de Francia, directamente por las divisiones de Guillermo I, emperador de Prusia, y de Bismarck. (Napoleón III fue hecho prisionero y, cuando fue liberado, huyó a Inglaterra, donde murió en 1873). El camino para el avance alemán hacia París quedó abierto, y fue confirmado con la capitulación de Aquiles Bazaine en Metz.
Sin embargo, los parisinos decidieron no rendirse y formaron un Gobierno de Defensa Nacional: decenas de miles de voluntarios conformaron la guardia de resistencia. Las tumultuosas discusiones en la Asamblea, entre la mayoría monarquista, y los republicanos y radicales (quienes acusaban a esa mayoría de pretender restablecer la Corona con apoyo prusiano), también expresaban los conflictos entre el gobierno central y los parisinos que exigían la elección de sus autoridades democráticamente. Se trataba de la lucha entre la flor de lis y la insignia tricolor, lucha que había desgarrado a Francia desde la Restauración.
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Las razones de los parisinos para derribar la Columna Vendôme en 1871