La enseñanza musical que impartió fray Pedro de Gante no se limitó al canto más indispensable para la liturgia. Con la ayuda de otro fraile, de nombre Juan Caro, enseñó a los indios a escribir música, tocar diversos instrumentos, tocar y cantar con órgano, así como el canto llano y el canto a cuatro voces.
Además, Gante fue el primero en trabajar con los indios la composición de cantos religiosos aprovechando las prácticas y habilidades de la tradición local. Y algo más: era preciso fabricar los instrumentos, tarea que también hicieron los indios en el establecimiento de San José.
Un proyecto muy ambicioso, del cual ni fray Pedro ni Mendieta hablan tanto como de las otras actividades y enseñanzas, fue la escuela de artes y oficios, también adjunta a la capilla de indios del convento franciscano de México. El modelo desarrollado por Gante en esta escuela se replicó en todos los demás conventos franciscanos: no hubo uno, por humilde que fuese, que no contara con talleres de artes, en los cuales los indios realizaron muchas de las imágenes religiosas y toda la decoración que los espacios conventuales y las nuevas iglesias y capillas requerían.
Es difícil entender en qué momento pudo atender fray Pedro la escuela de artes y oficios, considerando el ritmo de trabajo que tenía con la enseñanza de la lengua y la doctrina. Cabe pensar que la escuela de artes y oficios ganó importancia entre las actividades de fray Pedro conforme los demás conventos franciscanos fueron ocupándose de la enseñanza de la doctrina, y que en una y otra vertientes de su trabajo, Gante contaba con ayudantes, de tal suerte que podía dejar planteados algunos ejercicios y pasar de una cosa a la otra.
La escuela de artes y oficios se fundó hacia 1527 y no hay duda de que fue un proyecto importante para Gante. Quienes describen sus objetivos dicen que era una escuela para que los indios conocieran los oficios que les eran ajenos y también para que “se perfeccionasen” en los que tenían antiguamente. Este perfeccionarse debemos entenderlo como acercarse a los criterios, estilos y concepciones formales del arte del Renacimiento. Así se refiere fray Jerónimo de Mendieta a la escuela:
“La capilla que llaman de S. José, contigua a la iglesia y monasterio de S. Francisco de la ciudad de México, donde residió muchos años, teniéndola a su cargo, el muy siervo de Dios y famoso lego Fr. Pedro de Gante, primero y principal maestro y industrioso adiestrador de los indios. El cual no se contentando con tener grande escuela de niños que se enseñaban en la doctrina cristiana […] procuró que los mozos grandecillos se aplicasen a depender los oficios y artes de los españoles, que sus padres y abuelos no supieron, y en los que antes usaban se perfeccionasen.”
Entonces, en la escuela los indios podían aprender cosas nuevas como fundir una campana o bordar una estola, pero también se esperaba que, aprovechando los conocimientos artísticos que traían consigo, reencauzaran su manejo del dibujo y la pintura para acercarse a los estándares naturalistas y al canon de proporciones que la cultura humanista de los frailes exigía.
El testimonio de Mendieta confirma lo que las propias obras que se conservan de aquella época permiten ver: que en San José se siguieron practicando algunos de los oficios prehispánicos y que estos fueron orientados hacia nuevos fines. Un ejemplo de ello es la continuidad del arte plumaria, un género que tanto admiró a los españoles. Con la técnica y los materiales antiguos (Europa no tenía antecedentes que ofrecer en este oficio), los indios hicieron muchas obras de plumaria para el culto cristiano y para abastecer sus iglesias: frontales de altar, cuadros y retablos, mitras y otras prendas y ornamentos. El uso de esta técnica nativa para producir imágenes cristianas fue una de las primeras expresiones de la yuxtaposición que caracterizaría durante algunas décadas al arte del siglo XVI realizado en los conventos y los pueblos de indios.
Fray Jerónimo de Mendieta, fray Diego Valadés y fray Juan de Torquemada, franciscanos los tres, reconocen a Gante el mérito de haber fundado la escuela, haberla dirigido y haber sido su principal maestro. Merece especial atención el testimonio de Valadés por haber sido él mismo alumno de fray Pedro en la escuela de San José. Fray Diego era hijo de una india tlaxcalteca y del conquistador Diego Valadés. Al parecer, huérfano de padre, el niño Diego se educó en el convento de los franciscanos. Fue alumno de Gante en los inicios de la escuela de San José de los Naturales, de él aprendió a dibujar y pintar, y llegó a ser maestro de la propia escuela.
Para Valadés, la rapidez y el éxito obtenido en el aprendizaje por los alumnos de la escuela de artes y oficios se explicaba por el talento de Gante: “A los principios, les enseñaba todas las artes mecánicas […] Pedro de Gante […] las cuales artes, con facilidad y en breve tiempo dominaban, por razón de la diligencia y fervor con que él mismo se las proponía”. En un pasaje posterior de su obra, Valadés hace énfasis en que se enseñaban todas las artes conocidas en su época y en que era Gante quien lo hacía, “pues ninguna le era desconocida”.
En cuanto al método seguido por Gante para la instrucción sabemos poco. Por lo que dice Torquemada, parece que los alumnos se ejercitaban primero en los oficios más utilitarios y pasaban después a otros que hoy consideraríamos más propiamente artísticos:
“Para esto tuvo [Gante] en el término de la capilla algunos aposentos y piezas dedicados para el efecto, donde los tenía recogidos [a los indios] y los hacía ejercitar primeramente en los oficios más comunes, como de sastres, zapateros, carpinteros, herreros, pintores y otros; y yo vi en la dicha capilla, en la fragua donde trabajaban los herreros y en otra sala grande, algunas cajas donde estaban los vasos de las colores de los pintores, aunque ya no ha quedado rastro de nada de esto.”
Para el reclutamiento de los alumnos se seguía un método similar al empleado para la enseñanza de la escritura, la doctrina y el latín, salvo que a la escuela de artes y oficios no llegaban los hijos de los caciques, sino otros jóvenes, procedentes de los barrios de artesanos de los diferentes pueblos, quienes ya tenían conocimientos artísticos y habilidades técnicas. Algunos de ellos adquirieron muy pronto los conocimientos esperados y se volvieron ayudantes de fray Pedro, como el propio Valadés. Sólo conocemos por su nombre a otro fraile que fue maestro de la escuela, un tal fray Daniel, quien era “de mucha caridad” y “muy consumado” en el arte de bordar. Al parecer, sus bordados eran muy reconocidos, al menos entre los franciscanos, y algunos de ellos se conservaban todavía a fines del siglo XVI, cuando los vio Torquemada.
Parte de la herencia de Gante fue la formación de un nutrido grupo de maestros indígenas que se ocuparon de la enseñanza en San José, además de dirigir numerosos proyectos artísticos en México y sus alrededores, como la fabricación del túmulo imperial para las exequias de Carlos V. Entre estos maestros se encontraban Martín Mixcóatl, Pedro Cócol, Marcos Zípac y varios otros.
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