La “tiendita de la esquina”

Una historia con espíritu de barrio

Marco A. Villa

Estas populares tiendas de comercio al menudeo, también llamadas de abarrotes, se multiplicaron incesantemente a lo largo y ancho del territorio mexicano y por lo general tampoco diferenciaban clases ni colonias, aunque su oferta estaba irremediablemente supeditada a las costumbres y dinámicas sociales locales.

 

Si algún ingrediente hace falta para terminar de guisar ese suculento platillo cotidiano, la “tiendita de la esquina” fue el lugar indicado para solucionar la emergencia; lo mismo si no se contaba en casa con los insumos con los cuales preparar el lunch que los niños llevarían al otro día a la escuela o los más grandes al trabajo. Y quizá en otra época no importaba el momento del día ni la cantidad requerida, tampoco si se contaba con el dinero para satisfacer esa necesaria compra de “la mera hora”, pues una buena vecindad con la dueña o el dueño garantizaban la posibilidad de saldar cuentas después de escuchar un reconfortante “luego me lo pasa”.

Estas populares tiendas de comercio al menudeo, también llamadas de abarrotes, se multiplicaron incesantemente a lo largo y ancho del territorio mexicano y por lo general tampoco diferenciaban clases ni colonias, aunque su oferta estaba irremediablemente supeditada a las costumbres y dinámicas sociales locales. De esta manera, vivir en cierta zona, así como visitar nuevos márgenes durante unas vacaciones o solo para convivir con familiares residentes en otras entidades, implicaba para alguien encontrar una variedad diferente, que sin embargo cumplía con su misión prioritaria: satisfacer las necesidades del momento, desde un antojo hasta algún producto urgente, o incluso conseguir algo más lujoso para un momento especial, como una buena botella de vino.

Por eso, la pretensión de sus dueños tal vez era tener el mayor abasto posible: alimentos, lácteos, bebidas, frutas, legumbres, enlatados, licores, granos, especias y hasta animales o un poco de jarcería, papelería, ferretería o farmacia. Anaqueles, repisas, costales, mallas, vitrinas o refrigeradores debían estar atiborrados de la mercancía que en algún momento los vecinos demandaran. Y seguramente de tal necesaria complacencia dependería su posicionamiento en su comunidad y posterior éxito como una especie de epicentro comunitario, tal cual había ocurrido en los siglos del periodo novohispano en los que estos comercios emergieron y se reprodujeron, conforme las poblaciones se desplazaron, crecieron y asentaron, aunque alcanzaron su auge hasta el siglo XVIII.

De esta época novohispana es además el concepto de abarrote dado a estos sitios, el cual evocaba los andamios abarrotados de los barcos que iban o venían entre océanos, de puerto en puerto, cumpliendo las tareas mercantiles de la nao de China y otras empresas navieras. Dichos andamios se llenaban a tope de mercancías –hasta quedar “abarrotados”–, principalmente alimentos. En aquella época no faltaron quienes decidieron que también en los puertos debían estar los primeros centros de intercambio, compra y venta de mercancías, estableciéndose, con el tiempo, desde tienditas de la esquina hasta complejos abarroteros de mayores dimensiones, los cuales satisfacían no solo las necesidades de los pobladores, sino también de los viajeros y tripulaciones.

Desde entonces y hasta nuestros días, las “tienditas de la esquina” han sido también esos lugares en los cuales se condensa y reproduce el ambiente de la localidad, incluso familiar, así como el espíritu de los barrios y pueblos mexicanos, el cual expresa las diversas formas sociales y culturales de una comunidad que con el tiempo han fortalecido el arraigo y la cohesión social. En la tienda, además, ocurren desde los intercambios de chismes y noticias, hasta la necesidad de dirimir algún pleito vecinal o simplemente brindar con algún refresco algún triunfo recién consumado en la cáscara callejera.

Por esto y más, las tienditas de la esquina sobrevivirán por muchos años más, a pesar de la proliferación de las tiendas de conveniencia que han llegado a competirles.

 

 

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