La calle sin fin

Edgar Tavares López

¡Disculpe! ¿Cómo puedo llegar a la calle de Popocatépetl? ¡Ya llevo dando varias vueltas sobre esta calle y no la encuentro! Este desesperado conductor no conocía el rumbo, tampoco sabía que se había metido en la calle sin fin. Se trata de la avenida Amsterdam en la colonia Hipódromo.

 

Su trazo –ideado por el arquitecto José Luis Cuevas, al igual que el fraccionamiento– semeja la forma que tenía la pista del antiguo Hipódromo de la Condesa, inaugurado en octubre de 1910 por don Porfirio Díaz. En su recorrido, se cruza con tres glorietas: Popocatépetl, que aloja una fuente en forma de hongo –dirían los vecinos– revestida con algunos azulejos; Ixtaccíhuatl, ornamentada con una palmera alta y pequeños espejos de agua alrededor, y Citlaltépetl, con una sencilla fuente.

Originalmente se le llamó avenida del Hipódromo, por obvias razones, sin embargo, a alguien no le gustó y le cambió el nombre por Amsterdam que “combina estupendamente” con el resto de la nomenclatura: Parral, Laredo, Teotihuacan, Michoacán, Huichapan, Celaya, etcétera. Siguiendo el ejemplo que dio la colonia Roma con su calle de Orizaba al construirle un camellón al centro, la Hipódromo dotó a la avenida Amsterdam con un camellón central arbolado y dos modelos muy especiales de bancas revestidas de azulejos, uno tenía adosado a un costado un pintoresco farol, el otro lo lucía justo en medio; ambos, rodeados de una serie de setos que formaban un espacio muy acogedor.

Las primeras casas que se construyeron a sus costados alcanzaban dos niveles como máximo, tenían fachadas muy sencillas sin grandes ornamentaciones; las bardas que las delimitaban alcanzaban apenas el metro de alto. La gran mayoría desapareció, quedando sólo algunas que apenas se aprecian entre los poco más de cuarenta edificios de apartamentos de entre ocho y catorce niveles que se han construído sobre esta avenida hasta el momento. Otro desaparecido fue aquel loco desnudo que corría gritando sobre el camellón, al que recurrían las mamás judías cuando sus hijos no se querían dormir.

La mejor manera de “perderse” en la avenida Amsterdam es recorrerla a pie, los sábados y domingos, para disfrutar de sus árboles y ambiente natural que ofrece su camellón, así como descubrir aquella arquitectura de estilo art déco, funcionalista y colonial californiano que le ha valido a la colonia Hipódromo ser considerada como zona patrimonial.

 

“La calle sin fin” del autor Edgar Tavares López y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 23.