Ideas sobre el género femenino en el siglo XIX

El enigma de la mujer

Alejandro Rosas

Tomar una decisión nunca ha sido fácil, ya que siempre hay lugar para las dudas. Y aunque la elección sea la correcta, tarde o temprano llegará el momento de preguntar: “¿Y si hubiera...?” Por eso, el célebre Diario del Hogar, en su edición del 12 de junio de 1883, le entregó a sus lectores del género masculino una curiosa clasificación sobre las mujeres basada en una acuciosa y metódica observación de la forma como se desenvolvía el bello sexo, con el fin de que pudieran elegir con sabiduría con quién compartir el resto de su vida.

 

Según el periódico fundado por Filomeno Mata, “las jóvenes a quienes gustan los pájaros, son por lo regular afectas al canto y a la música y tienen un fino oído musical”. Las mujeres muy dedicadas a la conversación y que además tenían amor por loros y pericos, “eran amigas del lenguaje disparatado de los niños y de la murmuración”. Si lo que buscaba el hombre era la pasión, debía encontrar novia entre las féminas que gustasen de los niños y fueran afectas a mimarlos, pues “eran propensas a los placeres del himeneo”.

 

El panorama se ponía oscuro si la novia en cuestión aborrecía a los niños y se desquiciaba con sus llantos. Aunque podían ser hermosas y seductoras, “¡cuidado! –advertía el periódico–, no han nacido para el hogar y les gustaría mejor ser cortesanas”.

 

Había para todos los gustos: “Las que aman el lujo y el exceso en el atavío, desean encubrir la falta de cualidades morales de que su conciencia las acusa. Las que son descuidadas en su aseo personal, indican mucha ligereza de carácter y poca estimación de sí mismas, y ven con indiferencia su honor”.

 

Difícil elección, pero ¿había la posibilidad de encontrar a la mujer perfecta? ¿Cómo reconocerla? Para no dejar en ascuas a sus lectores, El Diario del Hogar se aventuraba a describirla: “Las que son aseadas y limpias y amigas de la laboriosidad y de la instrucción, harán buenas madres de familia, excelentes esposas y amarteladas hijas. De éstas son de las que deben buscarse cuando un hombre desea casarse para ser feliz”. Cierta o no la categorización del periódico, el hecho es que en presente, pasado y futuro, las mujeres mueven al mundo.

 

¿Cómo definir a la mujer?

 

A pesar de las guerras internas, los golpes de Estado y las crisis económicas, no había momento en que periodistas, cronistas, poetas y novelistas no dedicaran algún tiempo para escribir acerca de la mujer, enigma milenario que dejaba a su paso chorros de tinta para intentar explicar de una forma más o menos convincente los secretos que guardaba su ser.

 

Al acercarse la sucesión presidencial de 1910, que desde un año antes había incendiado al país, los redactores de El Diario del Hogar dejaron de lado los asuntos políticos y en las páginas de su periódico escribieron sobre la fuente inagotable de toda inspiración: la mujer.

 

En su edición del 7 de febrero de 1909, el diario se preguntaba “¿Cómo definir a la mujer?”. Para los poetas, la mujer encontraba forma en el firmamento, en la pureza de las aguas, en la Luna y las estrellas. Para los novelistas, la mujer era encanto, arrebato y belleza, seducción de cuerpo y alma. Para aquellos a quienes el talento en las letras les había sido negado, la categorización era fácil: una mujer era esposa, amiga, confidente, compañera, amante, madre, hija.

 

El Diario del Hogar, sin embargo, establecía una curiosa definición que comprendía casi todas las ciencias naturales conocidas hasta entonces. “Geográficamente considerada, es una catarata, que como la del Niágara, nos asusta y nos atrae al contemplarla. Astronómicamente, es un astro encantador, rodeado, como Saturno, de un anillo de oro que gira en una órbita muy limitada. Físicamente es el poder legislativo que se impone al ejecutivo; y partido constante de la oposición. Magnéticamente es una brújula que sirve de guía al hombre en su peregrinación por el mundo. Botánicamente, es una hermosísima planta que pro-duce a la vez flores y espinas, frutos dulces y amargos, dando aroma de vida y jugo venenoso. Zoológicamente, es un lindísimo bípedo, a veces indomable”.

 

La curiosa categorización continuaba: “Teológicamente, es un dogma incomprensible, ante el cual hay que doblegarse sin razonar, cerrando los ojos y prestando fe a lo que nos dicen porque de lo contrario se incurre en su indignación. Espiritualmente, es el ángel o demonio del hogar doméstico, el consuelo o desesperación de muchas almas”.

 

Cualquiera que fuese la definición, lo cierto era que podían escribirse cientos de miles de palabras y siempre quedaría inconclusa. "¿Cómo definir a la mujer?", se convertía así en una pregunta eterna que rebasaba cualquier tiempo y que nunca encontrará una respuesta definitiva.

 

 

El artículo "El enigma de la mujer" del autor Alejandro Rosas se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 47