Historias de huracanes

Más allá del fenómeno natural

Virginia García Acosta

Los ciclones tropicales son fenómenos naturales, pero los desastres que provocan no lo son: la vulnerabilidad de la población es una construcción histórica y los estudios sociales sobre ellos enriquecen las posibilidades de enfrentarlos.

 

Los registros y relatos sobre la presencia, efectos e impactos de los huracanes forman parte muy relevante de la historia de México. Cuentan tanto lo que con su paso se ha destruido como aquello que se ha reconstruido en ranchos, villas, pueblos y ciudades. Por ejemplo, con ellos aprendieron a convivir los antiguos mayas; los tuvieron tan presentes que formaban parte de su adaptación a la vida desarrollada en la península de Yucatán. Llegaron, de hecho, a constituir un elemento central en la cosmovisión y el paradigma ecológico prehispánico.

En las costas de lo que ahora es México se recibe la visita frecuente de huracanes, con intensidades variadas, año con año. Nuestras dos penínsulas, la de Baja California y la de Yucatán, el Pacífico, el golfo de México y el Caribe conviven con ellos, particularmente entre mayo y noviembre. La estadística parece mostrar que septiembre y octubre son los meses en que se concentran. Pero sus efectos e impactos no se quedan en las costas, sino que penetran al interior del país y se hacen sentir en forma de lluvias y sus secuelas, como inundaciones, desbordes de ríos, destrucción de plantíos, daños a viviendas, e incluso devastación y muerte.

No obstante, los huracanes también tienen secuelas positivas o que se pueden convertir en tales. Aportan humedad a través de lluvias en regiones que sufren de sequía o hacen que se incremente el caudal de los ríos, además de recargar acuíferos y conducir nutrientes al mar. No podía ser de otra manera, dado que son parte de la variabilidad climática del planeta y por ello siempre han estado y estarán presentes.

En este sentido, su estudio histórico nos ha enseñado también, como en el caso de los mayas, las diferentes formas que el mexicano, de ayer y de hoy, ha adaptado y adoptado para recibirlos año con año. Prácticas culturales que se revelan en tipos de construcciones, material usado en las viviendas, ubicación de estas, almacenaje de alimentos, formas de cultivo y sistemas de organización ad hoc, entre otros. Estudiar esas respuestas históricas, tanto de la población como de las autoridades, ante amenazas recurrentes como los huracanes, nos ayudará a evaluar sus resultados para alcanzar una mejor gestión del riesgo frente a ellos.

El estudio de los huracanes y los momentos en que se presentaron, tocaron tierra y afectaron a nuestra población, da cuenta de porciones de nuestra historia nacional. Juegan el papel de un “hilo conductor” que nos lleva a conocer lapsos e instantes, e incluso etapas y periodos, las costumbres y prácticas del momento, la cosmovisión y religiosidad asociada a ellos, los enfrentamientos entre los poderes locales, el movimiento de precios y la escasez provocada (real o ficticia), los cambios generados en los ecosistemas que tocan y, de manera particular, la memoria vinculada con ellos como parte de la memoria nacional.

 

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