Historia de un afamado cementerio

Origen y extinción del panteón de Santa Paula

Gerardo Díaz

Este panteón de la Ciudad de México desapareció, pero no su recuerdo. Actualmente, la zona donde estuvo es transitada por automóviles y peatones diariamente, pues estaría ubicado en la colonia Guerrero, entre las calles de Moctezuma, Magnolia, Galeana y el Eje Central.

 

En 1779 una fuerte ola de viruela convirtió a la ciudad más poblada de Nueva España en un caos. La muerte se convirtió en un evento tan repetitivo que los espacios existentes para el descanso eterno se agotaron rápidamente. Ante tal situación, el arzobispo Alonso Núñez de Haro y Peralta halló un lugar para crear un cementerio en los alrededores del templo de Santa María la Redonda.

De acuerdo con el historiador José Lorenzo Cossío, para la bendición del sitio, efectuada en 1786, Haro y Peralta realizó la ceremonia correspondiente: mandó colocar en el campo cinco cruces de madera, siendo la mayor la del centro. En cada una de estas se pusieron tres velas. El arzobispo se arrodilló delante de la cruz principal, rezó las letanías de los santos, asperjó con agua bendita el campo y recitó los salmos penitenciales manifestando la esperanza de la remisión de los pecados y de la resurrección de los muertos.

El nuevo lugar fue nombrado cementerio de Santa Paula y quedó bajo la administración del Hospital de San Andrés. En el México independiente se convirtió en uno de los más importantes de la capital del país. Con el paso de los años y los cambios de gobierno, dejó de ser administrado por las autoridades eclesiásticas, hasta ser clausurado en 1871, bajo el argumento de que, al ubicarse en una zona muy céntrica, constituía un riesgo para la salud pública ante el crecimiento constante de la urbe. Más tarde, el predio que lo conformaba fue fraccionado y vendido, hasta que finalmente, a inicios del siglo XX, no quedaba rastro de su existencia.

Tras su cierre, de ahí se exhumaron restos de personajes destacados como Pedro Romero de Terreros, uno de los hombres más ricos del virreinato novohispano; Leona Vicario, la incansable luchadora de la etapa de la Independencia; Guadalupe Victoria, el primer presidente de México, y Lucas Balderas, el aguerrido general que combatió contra la invasión estadounidense a mediados del siglo XIX.

 

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Un afamado cementerio