Guadalajara antes de la Guerra de Independencia

Jaime Olveda Legaspi

Todas sus acciones estuvieron encaminadas a conservar el orden establecido y a evitar cualquier alteración que interrumpiera el periodo de bonanza por el que estaban atravesando.

 

El miedo a la invasión

La situación se agravó a partir de 1808, cuando llegaron las primeras noticias de que Napoleón Bonaparte había invadido España y que entre sus planes estaba ocupar el territorio novohispano porque era el reino más rico de la América española. En este año apareció un nuevo miedo colectivo: las revoluciones. Tanto las autoridades como los empresarios se preocuparon, ya que de realizarse esta invasión podía interrumpirse el periodo de bonanza por el que estaba atravesando la ciudad y su región.

El miedo unió y fortaleció la fidelidad al rey de España, Fernando VII, quien había sido apresado por Napoleón en el sur de Francia. La posición que adoptaron las autoridades y la élite de Guadalajara frente a los sucesos no se apartó de la línea tradicional. Todas sus acciones estuvieron encaminadas a conservar el orden establecido y a evitar cualquier alteración que interrumpiera el periodo de bonanza por el que estaban atravesando. Aquí se defendió la tradición monárquica y la integridad de la religión católica; ningún grupo reclamó el ejercicio de la soberanía ante la ausencia del rey legítimo, como sí ocurrió en otras partes de la América española, en donde se abrió un debate sobre en quién recaía el poder supremo cuando la monarquía se encontrara acéfala. Esta discusión que en otras ciudades confrontó a españoles y criollos, en Guadalajara no cobró mayores dimensiones porque ambos grupos formaban parte de la élite, o sea, estaban emparentados o eran socios de las empresas comerciales.

El miedo a la revolución 

Mayores sobresaltos tuvieron los habitantes cuando, en septiembre de 1810, llegaron otras noticias que daban cuenta de la insurrección encabezada por el cura de Dolores, Miguel Hidalgo. De inmediato, las autoridades ordenaron proteger la frontera de la intendencia de Guadalajara que colindaba con la de Guanajuato para evitar que los rebeldes ingresaran a ese territorio.

El miedo a la revolución volvió a estrechar la unión. Aparte de los batallones que formó el intendente Roque Abarca, el obispo Cabañas integró uno con miembros del clero para defender la ciudad de una posible incursión de los insurrectos. A partir del mes de octubre, cuando ya se había extendido la rebelión, Guadalajara empezó a recibir a familias enteras de otros lugares que buscaban seguridad.

Para organizar la defensa y reunir dinero, armas y voluntarios que estuvieran dispuestos a resguardar la ciudad, se formó la Junta de Seguridad Pública. El obispo Cabañas, por su parte, a través de cartas pastorales que dirigió a los fieles, los exhortó a despreciar la insurrección porque atentaba contra Dios y el rey, y porque destruía la unidad del imperio español.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Guadalajara antes de la Guerra de Indenpendencia” del autor Jaime Olveda Legaspi. Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #94 impresa o digital:

Guadalajara arrollada por la insurgencia. Versión impresa.

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