La labor del general Berriozábal fue determinante para la defensa de los fuertes de Loreto y Guadalupe y la victoria del ejército nacional en mayo de 1862.
La mañana del célebre 5 de mayo de 1862 el general Felipe B. Berriozábal, comandante de la 1ª Brigada de Infantería del Ejército de Oriente, recibió la orden del general en jefe, Ignacio Zaragoza, de conducir a paso veloz a sus hombres para reforzar las defensas de los baluartes de Loreto y Guadalupe. Reaccionó así al movimiento imprevisto de las columnas francesas que se acercaban para asaltar los cerros, en donde estarían atrincherados los hombres de la 2ª División al mando del general Miguel Negrete.
Berriozábal cumplió la orden con presteza. Escaló los cerros por el lado poblano y llegó a tiempo para reforzar con sus bayonetas las lanzas y machetes de los hombres de Negrete. Tres veces resistieron el asalto de las experimentadas columnas de zuavos, cazadores de África e infantes de marina del ejército francés, apoyados por el fuego de su artillería superior. Codo a codo, metro a metro, roca a roca, los soldados de Berriozábal y Negrete, apoyados después por los del general Francisco Lamadrid, resistieron los embates de un ejército mejor armado y entrenado.
El general que corría esa mañana al frente de sus hombres obedeciendo las órdenes de Zaragoza era un veterano curtido en la guerra desde la intervención estadunidense, cuando con veinte años de edad se incorporó como voluntario a las fuerzas que inútilmente defendieron el territorio nacional.
Nacido en 1827 en Zacatecas, Berriozábal ingresó a la carrera de Ingeniería antes de que el camino de las armas interrumpiera sus estudios, los cuales retomaría para titularse en 1849 y ejercer por breve tiempo. El clarín volvería a llamarlo para la Revolución de Ayutla, en la cual se unió a los liberales. Durante la Guerra de Reforma combatió bajo las órdenes de los generales más notables del partido liberal: Anastasio Parrodi y Leandro Valle, en la batalla de Salamanca; Santos Degollado, en la batalla de Tacubaya, y Zaragoza en el enfrentamiento de las lomas de Calderón contra Leonardo Márquez.
Cuando los franceses desconocieron el tratado de La Soledad y avanzaron hacia la Ciudad de México, Berriozábal era ya general de Brigada y uno de los hombres de mayor confianza de Zaragoza.
Berriozábal fue protagonista en dos de las tres importantes batallas de Puebla: la de 1862 y la de 1863. En ambas dirigió uno de los cuerpos de ejército y sus jefes le designaron zonas decisivas en la defensa de la ciudad.
Concluida la intervención francesa, Berriozábal ocupó cargos de importancia en los gobiernos de Benito Juárez, José María Iglesias y Porfirio Díaz: fue tres veces ministro de Guerra y Marina; gobernador de Michoacán, general en jefe del Ejército, comandante militar de Tamaulipas y Nuevo León, y ministro de Gobernación.
Después de toda una vida de batallas, murió en la Ciudad de México el 9 de enero de 1900. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres y el municipio Coacalco de Berriozábal, en el Estado de México, le rinde homenaje con su nombre.
El artículo "Felipe Berriozábal" del autor Luis A. Salmerón se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 45.