De cuando una misión venida del Japón arribó a estas tierras por el puerto de Acapulco, encabezada por el samurái Hasekura Tsunenaga, con el fin de fortalecer la amistad y el comercio, junto con un relato de lo que aconteció durante la estancia de aquellos japoneses en la capital de la Nueva España y el desenlace de este inusitado y primer encuentro.
En enero de 1614 un inesperado buque procedente del Japón sorprendió a todos al tocar tierra en la bahía de Acapulco. A bordo venía un numeroso grupo de extranjeros de singular porte y vestimenta, algo poco visto en estas tierras. Iban encabezados por el samurái Tsunenaga Hasekura y el franciscano Luis Sotelo, y tenían la misión de entablar relaciones diplomáticas con las autoridades de Nueva España, las que a la postre serían reconocidas como las primeras en la historia de ambos territorios.
Una parte de los japoneses que arribaron se quedó en el puerto a comerciar “objetos de metal, que habían traído, y escriturios, y algunas capas que aquí habrían de vender”, mientras que el resto de la comitiva se trasladó a la ciudad de México, ingresando una avanzadilla el 4 de marzo de 1614.
La ahora conocida como “Embajada Keicho” fue impactante para muchos novohispanos, pues dentro de lo poco cotidiano que significó el grupo de asiáticos en las calles de la capital del virreinato, la clase guerrera sobresalió por su porte con el acero a un costado y el “aspecto de águilas. Traían la frente reluciente, porque se la rasuraban hasta la mitad de la cabeza; su cabellera comenzaba en las sienes e iba rodeando hasta la nuca”.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Embajada Keicho” del autor Gerardo Díaz y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 69.
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