El quinteto de Dizzi Gillespie

Explosión en Bellas Artes
Jaime Bali Wuest

Cuando se anunció la visita del Quinteto de Dizzy Gillespie a la Ciudad de México, en noviembre de 1962, el boletaje y los asientos de la sala de conciertos del Palacio de Bellas Artes resultaron insuficientes. No faltó por esos días quien cuestionara el uso del recinto para presentar uno de los géneros musicales más populares en el mundo, argumentando que se rompían los cánones establecidos para esa sala. La polémica había surgido con la presentación del sexteto de jazz de Chilo Morán el mes de enero del mismo año, cuando algunos señalaron que esa música estaba bien para cabaret y salones de baile, pero no para el principal recinto artístico de la nación. Finalmente, con la aparición de Dizzy y el grupo de selectos y virtuosos músicos que lo acompañaban, sonando con su estilo característico, terminaron por dejar a un lado esa visión seudo aristocrática y a todas luces, anacrónica.

Al respecto, Junios, un columnista del periódico Excélsior y especialista en asuntos musicales escribió en un artículo publicado el 11 de noviembre de 1962:

Nosotros opinamos que de cualquier modo la virtuosidad de los jazzistas es digna de oírse y de admirarse dondequiera, y muchas veces hemos hecho notar la formidable influencia del jazz hasta en los más grandes compositores modernos y contemporáneos […] No falta quienes opinen que una obra como la Rhapsody in Blue de Gershwin, equivale a un concierto de Liszt “jazzeado”. Sea de ello lo que fuere, el arte musical tiene amplio campo para que se desarrollen ambas tendencias y no seremos nosotros los que nos quejemos.

Junios, quien asistió al segundo concierto del quinteto en Bellas Artes termina diciendo:

“Escuchamos varias composiciones de Dizzy, de Moody y de Shifrin, un fragmento de la película Orfeo negro y obras de Jobim, combinaciones de ritmos brasileños y de jazz. Todo ello tocado con una brillantez y ritmo insuperables”.

Alejados de esa increíble polémica que el tiempo y la razón acabaron por enterrar, me pregunto, casi 50 años después, mientras escuchó la antigua grabación del concierto de Dizzy Gillespie y Charly Parker, ejecutado durante su presentación en el Town Hall de Nueva York en 1947: ¿Qué ocurriría si hoy se presentaran aquellos músicos con sus instrumentos y entraran al Palacio de Bellas Artes ante el público congregado para escucharlos? Seguramente viejos y jóvenes los aclamarían, no sólo por el virtuosismo con que ejecutaban sus extraordinarias melodías, también lo harían por su indiscutible aporte al desarrollo de la música contemporánea.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “El quinteto de Dizzi Gillespie” del autor Jaime Bali Wuest y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 27