El Chalchíhuitl en la Literatura Náhuatl

Artículo publicado originalmente en la revista "Arqueología Mexicana"
Miguel León-Portilla

 

Piedras o gemas consideradas muy valiosas, chalchíhuitl y xíhuitl (jades y esmeraldas), aparecen mencionadas muchas veces en los códices como metáforas de lo que es bello y valioso. En los cantares y poemas nahuas, el chalchíhuitl, realidad preciosa, se identifica con el corazón y aun con la persona humana. La referencia a la fugacidad y acabamiento de los señores y de todo cuanto existe, se reitera una y otra vez con la metáfora del jade.

 

Oralidad y libros de pinturas con caracteres, como llamaron los cronistas del siglo XVI a los códices con imágenes y signos glíficos, y después de la conquista, la escritura alfabética, fueron los medios de transmisión de ideas y vocablos en Mesoamérica. Esto hizo posible la existencia de la que hoy conocemos como literatura náhuatl.

Concentrándonos en los caracteres o glifos, puede decirse de ellos que, de varias formas, fueron portadores de conceptos, incluso de algunos muy complejos y ricos en connotaciones.

Así, en los siglos prehispánicos se transmitió una literatura sin letras: textos religiosos, históricos y genealógicos, con registros a la vez calendáricos y de índole geográfica, así como de contenido económico y tributario.

Piedras o gemas consideradas muy valiosas, chalchíhuitl y xíhuitl (jades y esmeraldas), parecen mencionarse muchas veces en los códices como metáforas de lo que es bello y valioso.

Más tarde, consumada la conquista, la escritura alfabética fue el medio principal de trasmisión, con metáforas y expresiones nuevas, que al principio estuvo acompañada de glifos y pinturas.

 

Jades y turquesas en la glífica mesoamericana

 

Al acudir a los códices y las inscripciones en piedra y otros materiales, encontramos los glifos que de varias formas nos hablan. Alfonso Caso pudo identificar en antiguas estelas de Monte Albán un glifo que consideró era el de la turquesa. Posteriormente, otros arqueólogos y epigrafistas identificaron el del jade o jadeíta.

Cabe recordar aquí que fray Alonso de Molina en su Vocabulario, al registrar la palabra chalchíhuitl la traduce como “turquesa”, en tanto que fray Bernardino de Sahagún la entiende como “jade”. El glifo correspondiente está formado por un círculo del que salen rayos y en cuyas orillas hay otros pequeños círculos. Puede decirse que tales elementos glíficos evocan a los que representan a Tonatiuh, la deidad solar.

En códices como el Borgia, Borbónico, Vaticano B, Tonalámatl de los Pochtecas (Fejérvary-Mayer), Xólotl, Mendoza, Magliabechi, Telleriano, Vaticano A y Matricula de Tributos de Huexotzinco, son numerosos los registros del glifo de chalchíhuitl, bien sea en su forma completa o en variantes parciales.

En algunos casos, el glifo funciona semánticamente como adjetivo para denotar atributos de preciosidad, como en las fiestas de las veintenas o en topónimos y antropónimos, así como en asociación con deidades. El investigador Marc Thouvenot da ejemplos de esto en su libro titulado Chalchihuitl.

La glífica coincide con el significado de la raíz chalchiuh- como realidad preciosa, según aparece en textos escritos en forma alfabética.

 

El chalchíhuitl en la literatura religiosa

 

Elementos o rasgos del glifo del chalchíhuitl aparecen con mucha frecuencia acompañando a otros glifos e imágenes en códices. Entre esos vocablos compuestos se hallan los de Tonacatecuhtli, Tonacacíhuatl –señor y señora de nuestro sustento–, Tláloc, Quetzalcóatl y otros más. Y algo parecido puede decirse de los glifos de las diversas veintenas a lo largo del año.

La raíz de la palabra chalchíhuitl se incorpora en los nombres de algunas deidades, por ejemplo, en Chalchiuhtlatónac, el del brillo solar de jade; Chalchiuhtlicue, la diosa de las aguas terrestres, la de la falda de jade; Chalchíuhatl, el agua preciosa, con referencia a la sangre de los sacrificios, y Chalchiuhmomozco, término empleado para referirse a varios altares.

Para citar un ejemplo, en el Códice Borgia (p. 10) hay un cuadrete que, como otros en páginas anteriores y unos más que continúan la serie en la página siguiente, registra las trecenas de días en el tonalpohualli o calendario de los destinos. En este cuadrete se incluyen cuatro conjuntos de imágenes: en los dos de la parte inferior está el signo de técpatl (pedernal), a la derecha, haciendo referencia a la correspondiente trecena; a la izquierda se ve la figura de un pavo y en su interior el glifo de chalchíhuitl, lo que denota la idea de “pavo precioso” que, según Eduard Seler en su comentario al Códice Borgia, es una evocación y regente de técpatl, todo ello relacionado con Tezcatlipoca, y según fray Bernardino de Sahagún, con Huitzilopochtli, lo que acentúa la relación existente entre estas dos deidades.

En la fila superior, a la izquierda, se ve un sacerdote penitente que se está punzando con un hueso, todo esto rodeado por una banda de malinalli; se trata de la representación de un autosacrificio. A la derecha aparecen dos glifos, el de chalchíhuitl y el de atl, cuya obvia significación es agua preciosa, es decir la sangre del sacrificio. En su conjunto, este cuadrete nos habla de un ritual religioso y nos da un doble ejemplo de la forma en que puede registrarse el glifo de chalchíhuitl, incluido en la figura del pavo, como una especie de infijo y yuxtapuesto al glifo del agua, a modo de composición.

Así como este ejemplo de expresión religiosa en la que se incluye el glifo de chalchíhuitl, hay otros con el de xíhuitl (turquesa). Muestra de esto lo tenemos en la invocación que se hacía al Sol ascendente en la que se le llamaba xiuhpiltontli, niñito precioso como la turquesa (Primeros Memoriales, f. 271v.).

Como se nota, la piedra considerada preciosa se convierte en una especie de afijo, tanto en la glífica como en los textos nahuas escritos ya con el alfabeto.

Puede agregarse que el chalchíhuitl en el pensamiento religioso evoca la vida y el agua. De este modo, en la boca del muerto así como en el pecho se colocaban efigies de algunas deidades.

 

 

Miguel León-Portilla. Doctor en filosofía por la UNAM. Miembro de las academias mexicanas de la Historia y de la Lengua, de El Colegio Nacional y de la National Academy of Sciences, E.U.A. Autor de numerosas publicaciones y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Miembro del Comité Científico-Editorial de esta revista.

 

León-Portilla, Miguel, “El chalchíhuitl en la literatura náhuatl”, Arqueología Mexicana núm. 133, pp. 74-78.

 

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