El aire mexicano de Benjamin Péret

El poeta surrealista más profundo y solitario (segunda parte)

Ricardo Lugo Viñas

Péret se redescubrió a sí mismo en su viaje a la península de Yucatán. La cultura maya lo maravilló cual arqueólogo del siglo XIX. Es uno de los extranjeros que ha escrito con más empatía y belleza al respecto.

 

Trocitos de queso

Las dificultades y apuros económicos fueron la constante en la vida de Péret, y aquello no fue la excepción durante su estancia en el país. Como el enorme poeta e intelectual que era, Benjamin siempre se esforzó por ganarse la vida exclusivamente de su pluma. Según el pintor mexicano Gunther Gerzso, la casa mexicana de la pareja Péret-Varo en la colonia San Rafael se caía casi a pedazos, las tuberías eran un desastre y había ratas que Benjamin trataba de dispersar y que Remedios alimentaba con trocitos de queso. Aquello contrastaba con las pinturas de Picasso, Max Ernst e Yves Tanguy que colgaban de las paredes con tachuelas.

Desde aquí, escribía para diversos medios europeos, sobre todo franceses, de los que a cambio recibía famélicos estipendios. Su primera publicación en nuestro país fue posible gracias a su amigo catalán avecindado en México Bartolomeu Costa-Amic (quien años más tarde identificaría la verdadera identidad del asesino de Trotski, Ramón Mercader), editor de Ediciones Iberoamericanas. Se trata de un prólogo al libro Los tesoros del Museo Nacional de México: escultura azteca, que apareció en 1943, con fotografías de Manuel Álvarez Bravo, y que es una suerte de panegírico sobre la mística en el arte azteca, al que por cierto compara con el egipcio.

Bajo el cielo mexicano Péret escribió lo más representativo de su obra, de la que destaca sus libros Aire mexicano, poema que elogia el pasado mítico de nuestro país publicado en 1952 con ilustraciones de Rufino Tamayo; Historia natural (1945), en el que dedica varios capítulos a su experiencia mexicana, y la traducción del Libro de Chilam Balam de Chumayel (1945). Paralelamente, escribiría bajo el seudónimo de B. Peralta en las revistas trotskistas mexicanas Contra la Corriente y 19 de Julio, siempre al respecto de la situación internacional, particularmente lo que acontecía en Francia y el auge estalinista.

En México Péret cultivó la amistad de poquísimas personas. Además de su condición de solitario, la extrema izquierda mexicana también lo condenó a cierto asilamiento, debido a su abierta simpatía con el trotskismo. El más cercano de sus amigos, quizás, sería el poeta y pintor peruano César Moro, que trabajaba como librero en la Librería Quetzal del pasaje Iturbide, en el centro de la Ciudad de México. Frecuentó al pintor y dramaturgo Agustín Lazo, al poeta Octavio Paz –del que casi al final de su vida traduciría su poema Piedra de Sol–, y sostuvo algunos encuentros y desencuentros con Victor Serge. Además, mantuvo cercanía con la viuda de Trotski, Natalia Sedova, a quien se refería con cariño y deferencia como “tía Natalia”.

En 1944 comenzó a trabajar como maestro y bibliotecario del Instituto Francés de América Latina, fundado por su amigo Paul Rivet, y también en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura de la SEP, donde impartió clases de francés y sería colega –además de Rivera y Kahlo– de Luis Ortiz Monasterio y María Izquierdo.

El vórtice amoroso

En 1943, a la muerte de su esposa Elsie Houston, Péret se casó finalmente con Remedios Varo, en Cholula, Puebla, de quien estuvo eternamente enamorado. Pero la aparente incompatibilidad de caracteres, las penurias económicas, el aislamiento y reticencia progresiva de Péret para adaptarse a México llevaron a la pareja a una inminente crisis amorosa. Para 1945, la separación era casi inminente. Remedios comenzó una relación con el joven y atractivo piloto aviador francés Jean Nicolle.

Paradójicamente, en medio del drama y la crisis de pareja, Péret vivió sus mejores días mexicanos al emprender un viaje, solo, por buena parte del territorio nacional, particularmente la región maya. De este periplo surgirían varios textos sobre la cultura maya, a la que consideraba “superior”, de entre los que destaca “Descubrimiento de Chichén Itza” que, de acuerdo con la investigadora Bradu, “no es exagerado afirmar que las páginas de Péret podrían figurar entre las más bellas que hayan escrito los extranjeros sobre México”. Varo y Péret seguirían casados y mantendrían una relación epistolar hasta la muerte de Benjamin.

En diciembre de 1947, finalmente, Benjamin Péret (nacido en Nantes, Francia, el 4 de julio de 1899) logró emprender el tan anhelado viaje de retorno a su país natal. De acuerdo con Gunther Gerzso, algunos amigos franceses suyos organizaron una exposición a beneficio suyo, entre ellos Picasso –a quien Péret se refería como un “hijo de puta estalinista”–, para poder pagar el pasaje de regreso a Francia. Remedios Varo no lo siguió, se refugió por un tiempo en Venezuela con su pareja Nicolle.

El segundo al mando del movimiento surrealista, poeta, intelectual y trotskista de hueso colorado moriría en septiembre de 1959, en un modesto hospital de París.

 

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