El pintor Gustave Courbet (comisionado de Arte en la Comuna, junto a Corot, Manet y otros) fue hecho prisionero y acusado de la demolición del monumento a Napoleón. Fue condenado a pagar los gastos de la reconstrucción --10, 000 francos cada año, durante 33 años--, pero murió en Suiza, en 1877, una semana antes de cumplirse el pago de la primera cuota.
Los bombardeos se reanudaron desde el 1 de mayo y los “federados” (como se llamaban los comuneros) enfrentaron, a partir del 21, a las tropas de Thiers, que habían roto las barricadas en un sector de la ciudad y avanzaron barrio por barrio con artillería moderna y un ejército regular contra los voluntarios de la Guardia Nacional, en la que se habían enrolado muchas mujeres. Todos los relatos de la Comuna registran el liderazgo de la escritora y brillante polemista Louise Michel (hay fotos de ella, con uniforme y armada) en los combates en Montmartre, y quien después de haber sido apresada, a cambio de su madre, sería desterrada con otros siete mil federados a la isla Nueva Caledonia, en el Pacífico sur.
Durante la “semana sangrienta”, París ofreció la última resistencia en los barrios populares. El 26 de mayo, los comuneros sacaron a algunos cautivos considerados traidores a la patria de la prisión de la Roquette (habían solicitado, inútilmente, intercambiarlos por presos suyos en Versalles). Su destino era el fusilamiento. Entre ellos estaba el banquero Jean-Baptiste Jecker, para hacer justicia a todos los franceses que habían muerto en México arrastrados por quienes se habían enriquecido con esa guerra.
Jecker había sido arrestado en abril, por pura casualidad, luego de ser reconocido por la policía de la Comuna como uno de los promotores de la invasión a México entre 1862 y 1867. Había llegado a París después de que el presidente Juárez se negó a pagarle una deuda adquirida por el general Miguel Miramón, quien le firmó bonos por quince millones de pesos, a cambio de un millón y medio en efectivo y pertrechos de guerra, para derrocar al gobierno constitucional.
Jecker se había asociado con el ministro francés en México, Dubois de Saligny, y con el duque de Morny (hermano de Napoleón III y ministro de Finanzas), quienes recibirían el treinta por ciento de sus ganancias si incluían la deuda de Jecker entre las reclamaciones que fueron el pretexto de la invasión. Muy cerca del cementerio del Père Lachaise, el prestamista cayó abatido el 26 de mayo.
Dos días después, el mariscal Mac Mahon –quien había sido derrotado en Sedán– derribó la última barricada y declaró reconquistada la ciudad. A partir de ese 28 de mayo se desató una despiadada represión que costó la vida de alrededor de 20, 000 insurrectos, mientras que 38, 000 fueron hechos prisioneros. “De todos los crímenes de Thiers, uno de los más odiosos será el de haber introducido a los vencedores de Francia en nuestras discordias civiles y mendigado su ayuda para aplastar a París”, escribió el dirigente federado Prosper-Olivier Lissagaray en su Historia de la Comuna de París, publicada por primera vez en 1876.
El pintor Gustave Courbet (comisionado de Arte en la Comuna, junto a Corot, Manet y otros) fue hecho prisionero y acusado de la demolición del monumento a Napoleón. Fue condenado a pagar los gastos de la reconstrucción --10, 000 francos cada año, durante 33 años--, pero murió en Suiza, en 1877, una semana antes de cumplirse el pago de la primera cuota.
Uno de los primeros actos de los vencedores fue reponer aquella enorme columna, símbolo de falsa gloria y militarismo, que hasta nuestros días se alza al centro de la misma Plaza.
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