¿Conocen la historia de la revolucionaria Anita Garibaldi?

La asombrosa estatua que recuerda sus hazañas

Ricardo Lugo Viñas

En la colina Gianicolo, en el histórico barrio de Trastévere del centro de Roma, Italia, montada en un ardiente y encabritado caballo, una experimentada jinete empuña y eleva un revólver con la mano derecha, como azuzando y dirigiendo a un ejército, mientras que con la izquierda sostiene amorosa y apaciblemente a su hijo de pocos días de nacido.

 

El caballo, por su parte, saca espuma por los belfos, relincha feroz; encabeza el frente de batalla. La escena es novelesca, romántica y atípica.

Cuando se mira esa estatua es factible pensar que el escultor leyó el libro Memorias de Giuseppe Garibaldi –el prócer de la república italiana– escrito por Alejandro Dumas, específicamente los capítulos dedicados a Ana María de Jesús Ribeiro da Silva, mejor conocida como Anita Garibaldi, protagonista de este monumento inaugurado en 1932 por el líder fascista Benito Mussolini.

En dicha obra, parte de la cual le fue dictada a Dumas de viva voz por su amigo Garibaldi, aparecen frases como las siguientes: “el duodécimo día después de su parto, durante una horrible tempestad, [Anita] montó a caballo medio desnuda, y con su hijo atravesado en la silla, se vio obligada a refugiarse en el bosque”; “Excelente jinete, y montando un admirable caballo, excitó a nuestros soldados a defenderse […] tenía un corazón de héroe”; “pasó constantemente bajo el fuego del enemigo [para traer parque]”, “[Anita] sufrió todo lo que humanamente se puede sufrir”; “Ella fue en aquellos días la providencia de nuestros heridos”; “estuvo montada a caballo en medio del fuego, espectadora de nuestra victoria y de la derrota de los imperialistas”.

Todas estas descripciones están representadas en esta obra estatuaria. La figura de la mujer guerrera, valiente y librepensadora, “cuyo corazón era tan ardiente […] por la causa de los pueblos”; el contraste entre el tópico de serenidad y abnegación asociado a la feminidad en el siglo XIX, y su carácter gallardo y fiero, actitudes que se consideraban monopolio del género masculino: “[al verla combatir, los hombres sentían] vergüenza por ser menos valientes que una mujer”; “empezó a vestir ropa masculina para poder montar a caballo”; y finalmente, lo atípico de ver a una mujer a caballo, con sable o pistola en mano, orquestando revueltas independentistas: “era cosa extraña el ver esta valiente montada en un ardiente caballo de batalla”.

Anita Garibaldi nació en Santa Catarina, al sur de Brasil, el 30 de agosto de 1821. Conoció al que sería su marido y “compañero de toda su vida, y por consiguiente de todos sus peligros”, Giuseppe Garibaldi, cuando este vino a América a apoyar la liberación de Brasil, en la llamada Guerra de los Farrapos, y peleó junto a él en todas las campañas militares de liberación en tierras brasileñas, uruguayas y argentinas.

Tuvieron cuatro hijos. El primogénito, de nombre Menotti, es el que, en la escultura, Anita lleva en brazos. Muchos años después uno de sus nietos, José Garibaldi, vendría a México a apoyar la causa maderista durante la Revolución. Anita murió en Rávena, Italia, en 1849 víctima de fiebre tifoidea, mientras desempeñaba un encargo diplomático encomendado por su esposo.

 

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Anita Garibaldi