La obra historiográfica de Luis González abarca diversos temas y periodos, desde el clásico La ronda de las generaciones hasta una biografía del franciscano Jerónimo de Mendieta, misionero en Nueva España e historiador del siglo XVI.
El eminente maestro e investigador Luis González y González es uno de los más reconocidos historiadores mexicanos, cultivador de la llamada microhistoria, que fue consolidada en su memorable obra Pueblo en vilo. Fue, además, un pensador profundo de los caminos y objetos de la ciencia histórica, que dio a conocer en otros libros y en sus cursos de El Colegio de México.
El historiador participó, asimismo, en grandes obras de la historia nacional, como Historia general de México e Historia de la Revolución mexicana, y escribió un considerable número de libros originales, entre los que destacan El oficio de historiar, Zamora, El entuerto de la conquista y Los artífices del cardenismo. Aquí me centraré en su obra Pueblo en vilo, publicada en 1968.
Luis González y González salió de San José de Gracia, su pueblo natal, su “matria”, como él decía, a recorrer el amplio mundo de la historia de México, de la reflexión sobre la historia y de los distintos métodos y enfoques, y regresó a ese pueblo para centrarse en su limitado devenir. Con ese fin, empleó la tradición oral como fuente principal de una nueva historia popular no considerada entre las grandes corrientes de la historiografía.
Luis González define la microhistoria como una historia local, casi familiar, que pertenece al reino del folklore y equivale a los corridos y romances en el mundo de las letras; es obra de escritores de plaza pública y de café, que pueden incluso pertenecer a la bohemia. “Fluye de manantial humilde; se origina en el corazón y en el instinto. Es la versión popular de la historia […] La mueve una intención piadosa: salvar del olvido aquella parte del pasado propio que ya está fuera de ejercicio. Busca mantener al árbol ligado a sus raíces. Es la historia que nos cuenta el pasado de nuestra propia existencia, nuestra familia, nuestro terruño, de la pequeña comunidad. No sirve para hacer, pero sí para ser […] Emociones, que no razones –continúa definiendo el historiador–, son las que inducen al quehacer microhistórico. Las microhistorias manan normalmente de un amor (a veces ferocidad amorosa) a las raíces, de un amor melancólico, como aquel de Manuel Machado: ‘Me siento, a veces, triste [...]/ Mi pensamiento, entonces,/ vaga junto a las tumbas de los muertos/ y en torno a los cipreses y a los sauces/ que, abatidos, se inclinan... Y me acuerdo’”.
Sin embargo, un historiador local de plaza pública, que los hay en todos los pueblos, no podría haber logrado nunca una obra como Pueblo en vilo, pues le habría faltado el marco general de referencia, la reflexión sobre los fundamentos y fines de la historia, así como una excepcional capacidad literaria. Del mismo modo, esa obra tuvo como fundamento una excelente formación, que Luis González recibió de grandes maestros mexicanos, como Silvio Zavala, y que incluyó un viaje a París; en la gran capital mundial de la cultura llevó clases en la Sorbona con los eminentes académicos Marcel Bataillon, Fernand Braudel, Henri Marrou, el sociólogo Georges Gurvitch y el filósofo Maurice Merleau-Ponty. Además, el historiador tuvo oportunidad más tarde de viajar por muchos países del mundo.
Poseedor de todas esas cualidades, Luis González logró inscribir el devenir de su pueblo natal en el contexto de la historia universal. Y, precisamente, la traducción al francés de dicha obra se llamó Historia universal de San José de Gracia. Pueblo en vilo fue considerado por el arqueólogo e historiador Wigberto Jiménez Moreno como “el más acabado modelo de investigación, reconstrucción y creación literaria en el ámbito mexicano de la microhistoria”.
De la clasificación de los caminos de la historia, Luis González hace una larga disertación en su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Historia; el autor de Pueblo en vilo elige la crónica narrativa, que lo acerca notablemente a la literatura, a la novela histórica. Pero admitiendo que este tipo de historia narrativa es semejante a las obras de grandes novelistas, como Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Fernando del Paso, Luis González afirma que la microhistoria se distingue de las novelas por ser fiel testimonio de la realidad. Así, siguiendo a Daniel Cosío Villegas, define su trabajo histórico como novela verdadera, con protagonistas y hechos ciertos, y basada en fuentes fidedignas.
La microhistoria de Luis González ha tenido una gran trascendencia en la historia de México, no solo por su originalidad, sino porque le da a la historia nacional un nuevo significado social y humano en general, pues, como dice Enrique Florescano, “al elevar la historia local al rango que antes ocupaban los héroes o los grandes acontecimientos políticos, Luis González inició el aún inacabado proceso de ampliación y democratización de las fronteras de la historia”.
Por sus significativas aportaciones, la historiografía mexicana mantendrá siempre vivo el nombre del ejemplar historiador que fue Luis González y González
Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "Luis González y González" de la autora Mercedes de la Garza y Camino que se publicó en Relatos e Historias en México, número 123. Cómprala aquí.