El pulque, la bebida milenaria y ancestral por excelencia de México, estuvo asociado en sus orígenes a los rituales de la vida, sacrificio y muerte, pero también a los ritos agrícolas para la petición de abundancia o mejor dicho de superabundancia en las cosechas obtenidas. En el mundo mexica, en la veintena de Tepeilhuitl, por ejemplo, se realizaban los sacrificios a los montes y a las deidades de la lluvia, entre los que se incluían a los centzon totochtin o 400 conejos. El sacrificio de sus ixiptla (representantes humanos de las deidades) era un acto simbólico por demás muy importante, ya que, debido a su inmolación (en este caso de los encargados de traer lluvias), se tenía la creencia de que sería recompensado con su regreso en abundancia. Así, el acto ritual de ofrecimiento de corazón y sangre sería retribuido con la llegada de las aguas que fecundarían las semillas en los campos y traería, al finalizar la temporada de lluvias, una cosecha plena y abundante para la subsecuente estación de sequía del año.
Conejo/tochtli
Por ese motivo se sacrificaba a representantes de los dioses del pulque que llevaban en su nombre la enunciación a un animal fecundo y de progenie abundante: el conejo. El conejo, o tochtli en náhuatl, es la imagen de la fecundidad en el mundo, pero en la cultura nahua es además partícipe del origen e interpretación de su cosmogonía. Debido a su origen mítico, es igualmente un animal viejo, pues se le identifica por su pelo blanco, de anciano; encorvado, por el paso de los años; en muchos cuentos indígenas es astuto o ladino, capaz de engañar a la culebra, al coyote y al jaguar. Además, de entre todos los animales de la cosmovisión nahua, es –por decirlo de alguna forma– el “primer borracho”, pues fue quien descubrió la manera de raspar el maguey de aguamiel para beber su savia. Al mismo tiempo es olvidadizo; en las narraciones ancestrales sobre este animal, él tardó en regresar por el líquido; al volver y beberlo, este ya se había transformado en iztac octli o pulque blanco, por lo que luego de beber y dar unos cuanto saltos, quedó tendido en el terreno, embriagado; como prueba de ello, sus ojos quedaron rojos.
El tochtli aparece en dos ciclos míticos nahuas. En la Leyenda de los Soles se menciona que en la recreación del mundo en Teotihuacan, cuando los dioses elegidos, Nanahuatzin y Tecuciztecatl, se habían convertido en Sol y Luna respectivamente, emitían el mismo brillo de luz y, temiendo que no habría diferencia entre el día y la noche, un dios del pulque, Papaztac, estrelló en el rostro de la Luna una vasija con forma de conejo para opacar su brillo; desde entonces aprendimos a ver la imagen cunicular de perfil zurdo cuando es Luna llena. El pulque, la Luna y el conejo comparten el color blanco en la iconografía de códices.
Aún más interesante es la leyenda nahua en la cual el dios civilizador Quetzalcóatl eleva al sencillo conejo a la dignidad de deidad lunar. En esta se menciona que un día Quetzalcóatl, en su faceta humana, recorría el mundo en búsqueda de conocimiento, pero no había encontrado alimento alguno, hasta que halló un conejo comiendo zacate en la ladera de una montaña. El conejo invitó de su comida a Quetzalcóatl, y al recibir como respuesta que no era un alimento de su agrado, se ofreció él mismo en sacrificio para alimentar a la deidad y ayudarle a continuar su viaje por el mundo.
Como recompensa, el dios Serpiente Emplumada, que también era del aire (Ehécatl), lo elevó a los cielos y lo colocó en la Luna, la cual por demás es sabido que desde la antigüedad marca los ritmos de la fecundación, del crecimiento vegetal (con la idea de un ascenso del líquido dentro de los vegetales), de la siembra y la cosecha, de los periodos de gestación, parto y menstruación en el sexo femenino, así como de los ciclos de las mareas en el mar y en los lagos internos.
Liebre/citli
El segundo animal al que se asocia con el maguey en la cosmovisión nahua es la liebre o citli, que está vinculada, tanto por su nombre como por su figura, con la abuela o madre de los dioses Teteo Innan. La abuela liebre es la representante terrestre de la Luna en su faceta femenina; como se menciona en el mito de Meyehual (llamada también Mayahuel), es la abuela de las estrellas como entes femeninos, aunque estas también son analogías de los guerreros centzon totochtin y centzon mimixcoa, que rigen el hemisferio boreal y austral. Las estrellas son, pues, los 400 conejos; en otras palabras, los dioses de la fertilidad y la embriaguez.
En los códices mixtecos del grupo Borgia, la Luna casi siempre está acompañada por un conejo o una liebre, y esta es de mayor tamaño en cuerpo y rostro. Desde la época antigua hasta el presente, la liebre se vincula a los plantíos de maguey en el Altiplano, y tal vez se le asoció a la misma diosa Meyehualli (“La que rodea el maguey”), asemejándola “al animal que rodea al maguey”. En este sentido,
la advocación de mecitli (“liebre del maguey”) se refiere a la diosa Luna, que dio vida al amamantar a Mixcoatl (“serpiente de nubes”), una analogía de Venus, además de ser madre de los dioses del pulque Tlamatzincatl, Izquitecatl y Totoltecatl, unos centzon totochtin, como se narra en la historia de Mixcoatl en la Leyenda de los Soles.
En el Códice Florentino, Sahagún recupera la información del origen del nombre del pueblo mexica, afirmando que originalmente se denominaban mecitin (liebres de maguey), pues cuenta que el gentilicio de mexicatl (gente de Mexi) se derivó de mecicatl (gente de Meci), ya que tuvieron un líder de nombre Mecitl, quien había nacido durante la migración de Aztlan hacia la futura Tenochtitlan y se había criado en una cuna hecha de una penca de maguey, por lo que lo asemejaron a una liebre, al ser un “hombre criado en penca de maguey”. De grande se convirtió en un sacerdote muy respetado y obedecido por su pueblo, el cual tomó de su nombre el gentilicio para llamarse mexica o mexicac. De modo que posiblemente Meci pudo haber sido su caudillo Tenoch, por lo que la capital sería Mecico-Tenochtitlan, con el doble significado de “en el lugar de la liebre de maguey y tierra del tunal en el peñasco”.
Para conocer más de los artículos vigentes, adquiere nuestro número 189 de julio de 2024, impreso o digital, disponible en la tienda virtual, donde también puedes suscribirte.